miércoles, marzo 31, 2010

DIA 8: Segundo día en Tilcara

Por alguna razón dormimos casi 12 horas (será que las necesitábamos). Me levanté sintiéndome mucho mejor. Ese día era el Festival del Durazno y la Humita en Juella, un minúsculo pueblo a 8km de Tilcara. Desayunamos en el hostel y salimos a averiguar cómo podíamos ir… Se suponía que medio Tilcara iba a ir, pero como salimos temprano, no había nadie yendo. Desde la terminal iban a salir algunos micros pero cuando fuimos todavía no sabían el horario. Así que preparamos algunas cosas y fuimos a la plaza a esperar las camionetas o remises que se suponía salían desde allá. Una de las camionetas ya había salido a las 10.20 y la siguiente salía a las 11. Esperamos y esperamos hasta esa hora pero pasaban los minutos y no venía la dichosa camioneta. Justo escuchamos que pasó un señor juntando gente para un remis a Juella, y una señora al lado nuestro le dijo que sí, así que ahí nos unimos.
Mientras llegábamos a Juella, los pasajeros (locales) nos contaban las atrocidades sobre la minería química y la explotación de uranio que quieren hacer en los cerros que nos señalaban por la ventanilla. Sumamente triste, sobre todo porque son pocas las voces… Espero que se vayan sumando más y más, antes de que sea tarde y nuestros nietos y bisnietos se queden sin esa maravillosa vista de cerros de colores.
Llegamos a Juella y por un caminito de tierra nos dirigimos al galpón donde se daba la fiesta. Afuera había puestos de comida (asado de cordero, tamales, “salchi-papas”, y duraznos y humitas, por supuesto!). Llegamos justo cuando todo comenzaba: izaban la bandera y luego cantamos el himno, en su versión de música con instrumentos norteños… y compartir ese momento con los dueños de casa fue inigualable, se me puso la piel de gallina. Allí estábamos, cantando todos juntos el himno nacional como en un acto escolar, mirando la bandera que nos une a pesar de las diferencias, en un pueblito mínimo rodeado de cerros de colores y perdido entre los cerros de la Quebrada de Humahuaca. No tiene precio…
Nosotros habíamos llevado sándwiches pero también compramos unas humitas para probarlas. Íbamos a ser los más idiotas si en la fiesta en su honor, no probábamos una!! Estaban deliciosas! Entramos al galpón, buscamos lugar en un tablón y comimos ahí. Los duraznos los probó mi novio… Toda la tarde pasaron copleros y copleras, bandas musicales y se armaba baile cada dos por tres. Incluso bailamos un poco, hasta que estuvimos agotados. Un rato antes de las 8 de la noche, casi cuando terminaba el espectáculo de músicos, nos volvimos para Tilcara. Pero el baile arrancaba a las 10 de la noche, aunque ya no teníamos fuerzas para regresar. Encontramos un remis en la entrada del predio, con más gente que volvía a Tilcara.
Cenamos en un restaurant en Tilcara, muy elegante y en medio de una galería de compras, esperando que pudieran cobrarnos con tarjeta de crédito. Pero el lector dio error y tuvimos que pagar en efectivo, sin opción. Apenas pude cenar una pechuga de pollo a la plancha… el estómago seguía sensible.Más tarde volvimos al hostel, jugamos a las cartas, cocinamos una pizza para el día siguiente, de nuevo jugamos a las cartas y enseguida se hizo la 1 de la madrugada. Nos fuimos a dormir, o al menos eso intentamos. Había tantos mosquitos que cuando nuestras compañeras de cuarto (3 chicas que habían llegado ese día) volvieron a las 5 a.m., nos encontraron despabilados buscando los molestos bichos. Por suerte, las chicas nos prestaron repelente, nos embadurnamos todos y pudimos dormir.

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