miércoles, abril 15, 2009

DIA 8: DIA DE RELAX

Nos levantamos alrededor de las 8.00 y bajamos a desayunar. No tenemos tanta variedad de comida como en Abraão, pero tomar un café con la vista perdida en el mar, digamos que suma unos cuantos puntos. De todos modos, comimos de todo un poco, dulce y salado, como siempre.

Después de algunas averiguaciones, salimos con un pequeño bolso hacia Lagoa Verde, por una trilha poco señalizada y repleta de insectos famélicos. Tan poco señalizada, que a pesar de las claras indicaciones que nos habían dado, no llegamos. En un momento el camino se dividía en 3, seguimos un poco uno de los caminos y terminamos en propiedad privada. Lentamente retomamos el principal, e íbamos a seguir otro de los caminos pero… resulta que no habíamos llevado agua, elemento que se estaba volviendo esencial en aquellos momentos en que el calor nos estaba ahogando. Así que, algo frustrados, pegamos la vuelta. En compensación por el final trunco de nuestro paseo, fuimos recompensados al ver una pequeña ardilla en el camino, que nos vio llegar, y después de unos segundos en que tanto ella como nosotros permanecimos inmóviles y sorprendidos, subió a toda velocidad a los árboles. La seguimos con la vista un poco más, pues no se escondió, sino que desde allá arriba nos miraba curiosa, tal como nosotros a ella.

Apenas llegamos a la playa grande, justo detrás de una enorme roca, vimos que el mar traía un cangrejo bien grande y rojo. Lo vimos caminar unos segundos sobre la arena, y luego volvió a irse con la ola siguiente. Seguimos caminando un poco más y finalmente nos tiramos bajo la sombra de una palmera, frente a lo de Tony Montana. Tomamos una guaraná bien fría, comimos nuestros snacks de cebolla y nos dimos un hermoso chapuzón en el mar.

De camino, paramos una vez más, en Bar da Nena, un lugar muy pintoresco. Tomamos unas cervezas, mientras veíamos que llegaban a Araçatiba unos músicos, que ahí mismo en ese bar, comenzaron a juntar mesas y a consumir grandes cantidades de alcohol.

Al final volvimos a nuestra posada, donde comentamos con el dueño, cómo nos habíamos perdido. Mientras almorzábamos unas papas fritas con rabas, Gabriel arreglaba con el hijo, a ver si esa misma tarde nos podía llevar hacia Lagoa Verde. Luego de almorzar y ver cómo el día se iba poniendo nublado, arreglamos con él para salir al día siguiente, por la mañana.

Disfrutamos una siesta y más tarde salimos a caminar por la playa grande. Nos detuvimos en la pousada Encanto da Ilha, en el restaurante. En una mesita frente al mar, tomamos unas cervezas y un delicioso jugo de abacaxi.

Caminando por la playa, en el camino de vuelta a la posada, vimos que estaban armando una pequeña tarima, con bancos y sillas de espaldas al mar. La música que sonaba por unos parlantes indicaba que se trataría de alguna celebración religiosa. Luego de la ducha ordenamos un poco, descansamos otro poco y luego bajamos a cenar.

La cena fue bestial y abundante: pescado a las brasas acompañado de ensalada, arroz, feijão, farofa (harina de mandioca tostada o frita en el mismo aceite de la comida) y un caldo con camarones. Cuando terminamos, no nos podíamos ni mover. Después caminamos un cachito por la playa, pero volvimos enseguida, mientras escuchábamos los efusivos cantos y rezos de la celebración más allá. Casi todos los restaurantes de las posadas estaban cerrados. Volvimos con Gabriel, le compramos unas latas de cerveza y un agua grande, y subimos a disfrutar de nuestro balcón. Mientras hacíamos tiempo esperando digerir un poco antes de acostarnos!

DIA 7: AL OTRO LADO DE LA ISLA

Luego de una noche agitada por las olas imaginarias de los sueños, nos levantamos muy temprano. A las 7.00 ya estábamos saliendo de la posada, con todas nuestras cosas. Compramos agua y unas galletitas, y nos quedamos en el muelle, esperando subir al barco que nos llevaba hasta Angra dos Reis. Con mucho sueño, fue una larga hora y media de viaje, en el que nos sirvieron un sorbito de café negro. Más barco, pero se aguantaba bien.

Llegamos a Angra, después de dar varias vueltas, sin saber dónde encontrar un barco que nos llevara a Araçatiba, volvimos al muelle en el que habíamos desembarcado (el de pescadores). Todos los barcos que iban hasta allí habían salido más temprano, apenas media hora antes de nuestra llegada. Parecía que íbamos a tener que esperar hasta el mediodía para que alguien pudiera alcanzarnos; ya habían pasado 2 horas desde nuestra llegada al continente. Después de tener a todo el muelle de pescadores informado sobre nuestras intenciones de viaje, conseguimos, gracias a un pescador amigo que encontró un barco para nosotros, un pequeño barquito pescador que ya estaba saliendo. Pastel en mano, subimos contentos.

Una hora después, disfrutábamos de nuestra primera vista de Araçatiba. Pagamos nuestro viaje (R$ 20 cada uno) y desembarcamos. Por recomendación de nuestro amigo pescador de Angra, nos hospedamos en la Pousada do Gabriel. Bien simple, sin ningún lujo ni nada parecido, Don Gabriel nos dio un cuarto enorme, con otras dos camitas, y un hermoso balconcito que daba al mar, con hamaca y todo. No tiene frigobar ni lugar donde poner ropa, aunque nosotros usamos las camas y los dos percheros. Nos dio un pequeño ventilador de pie, pero la brisa marina es más que suficiente la mayoría de las veces. La tarifa de R$ 120 nos incluye también el café da manhã y una comida (elegimos la cena).

Ahí mismo en la posada, una vez que desparramamos todas nuestras cosas por el cuarto, bajamos a almorzar unas riquísimas rabas con salsa. Después fuimos caminando hacia Araçatibinha, en una trilha corta y sin esfuerzo. Mientras caminábamos íbamos viendo otras posadas y campings (todos en lugares un poco más incómodos para llegar, mucha pendiente).

Araçatibinha es una pequeña playa de arena gruesa y anaranjada, que apenas tiene un muelle con plantas crecidas en todas partes, y un parador abandonado. Además había una estructura de madera, alguna vez flotante, evidentemente abandonada también. Nos tocó compartir la playa con una mamá y niños que saltaban desde el muelle, y los cangrejitos de siempre que merodeaban por allí. Nos bañamos un rato, el agua es cálida y bastante transparente, una pena que nos tocara un día en que había mucha suciedad (natural, de vegetación) llevada por el mar.


Un poco más tarde volvimos a la posada, dedicamos una hermosa siesta a la tranquilidad que nos rodeaba, nos duchamos y salimos a caminar, esta vez hacia el otro lado. Hicimos nuestra parada en lo de Tony Montana, donde tomamos unas cervezas mirando el mar. Allí había otros turistas argentinos, los primeros que veíamos hasta ese momento. En Araçatiba no hay demasiada gente por el momento, desde lejos se nota que es un lugar donde hay muchísima tranquilidad. Un placer haber venido acá después de Abraão, y no haber hecho al revés.

Volvimos a la posada para la hora de la cena. Nuestro menú: ensalada (lechuga, tomate, pepino, huevo, jamón, etc), pescado frito con papas, arroz y feijão. Muy rico. Mientras, veíamos cómo las lagartijas salían también a cenar, cerca de la luz. Después intercambiamos unas cuantas palabras en portuñol con el dueño y su hijo (que más o menos rondaba nuestra edad). Les compramos un agua para la noche y subimos a nuestro cuarto. Aún no eran las 9.00 pero nosotros estábamos muy cansados de las vueltas y viajes del día… Dormimos acunados por el sonido del mar, algo impagable.

lunes, abril 06, 2009

DIA 6: LICUADORA MARINA

Poco después de las 8 ya estábamos levantados, desayunados y listos para salir. Al lado de nuestra posada alquilamos unas máscaras de snorkel y partimos hacia el muelle, ya que debíamos estar a las 9.30 para saber si salía el paseo “Super Sul” que habíamos contratado en “Agua Viva”. Tuvimos suerte pues era un hermoso día.

A las 10.15 ya pudimos subir a la escuna, antes pasando por otras tres escunas para llegar a la nuestra. Fue el barco más grande en el que hicimos un paseo.

Salimos del muelle. Pasamos por Abraaozinho y encaramos hacia la Ilha Jorge Grego. Tardamos aproximadamente una hora y media en llegar. Pasamos por el Farol da Ponta dos Castelhanos y también vimos una piedra enorme que daban en llamar Pedra da Baléia (por su forma similar a una gran ballena). El barco daba unas grandes sacudidas, justo después de pasar por la piedra de la ballena, pues esa zona es mar abierto (cuando continúa un océano).

Finalmente llegamos a Ilha Jorge Grego, en una parada para mergulhar, sin desembarcar pues no había playa. Luego de luchar contra mi máscara de snorkel, pudimos ver unos cuantos peces de diferente tamaño y colores, y más tarde volvimos a subir al barco.

Otra vez las sacudidas del mar, unos 40 minutos hasta llegar a Dois Rios, una hermosísima playa grande, en la que desembocan dos ríos, uno en cada extremo. La escuna se detuvo cerca de la playa pero antes del rompimiento de las olas. Así es que tuvimos que nadar (ayudados por los “espaguetes” flotadores, quien quisiera) hasta la orilla, un trecho grande aunque no demasiado. Mientras tanto, nuestras cámaras de fotos viajaban en el bote a motor de la escuna, junto con aquellos que no supieran o no quisieran nadar todo eso. Nuestros sandwiches para armar, quedaron en el barco.

Había sido un viaje muy movido y ahora el sol terminaba de freír nuestros cerebros, así que buscamos al menos una leve sombra mientras nos refrescábamos en uno de los ríos. Después de un minúsculo descanso, caminamos casi hasta llegar al otro río.



Pasamos por enfrente del antiguo presidio. Tuvimos la intención de acercarnos pero descalza se me complicó bastante, pues había mucha vegetación espinosa. Dimos media vuelta regresando al punto de encuentro, donde subiríamos a la escuna.

Aquí se juntaban todos, para subir al bote a motor, y finalmente al barco. Pudimos armar nuestros sandwiches y lo comimos a duras penas, largamente zamarreados por las enormes olas. Para quien no estuviera acostumbrado a viajar con tanto movimiento, o a pasarse el día en el agua, la experiencia se estaba haciendo difícil.

Pasaron cerca de 20 minutos, hasta que llegamos a Caxadaço, playa de 15 metros de largo, antiguamente utilizada por piratas para esconderse y aprovisionarse. Apenas uno llega, comprende exactamente por qué razón la utilizaban de este modo: es notable cómo la playa no se ve hasta casi estar entrando en ella. Había también grandes piedras a un costado, donde todos trepaban para sacar fotos. Nosotros mergulhamos un poco, pero de trepar piedras no tuvimos muchas ganas. El sol ya estaba bajando su intensidad, y el agua estaba fresca. Por esto, pronto estuvimos arriba del barco una vez más.

La última parada de nuestra excursión fue sobre un lado de la gran Lopes Mendes, para otro rato de mergulho bajo el cielo que ya comenzaba a nublarse. Nosotros ya teníamos muy pocas ganas, además de que nos había dado un poco de frío, así como otras personas que también quedaron en la escuna por esas razones o porque se sentían mal por el viaje. Pero hubo quienes, emocionados por la probabilidad de ver tortugas marinas, no lo pensaron mucho y saltaron a nadar.

Un hombre de la tripulación del barco, que anteriormente había jurado y perjurado que allí veríamos las esperadas tortugas, se lanzó en búsqueda de alguna, frente a al poco éxito de los pasajeros. Lamentablemente para el pobre animal, encontró una y no tuvo mejor idea que acercarse al barco, tortuga en mano, levantándola en alto como si fuera un trofeo, para que todos pudieran sacarle fotos. A pesar de la emoción de muchos, fue muy triste ver cómo la asustada tortuguita cabeceaba y movía desesperadamente las aletas, intentando volver al agua. Cuando finalmente la soltaron, se alejó de nosotros a gran velocidad. Sinceramente creo que no hay necesidad de molestar de esta forma (o de ninguna otra) a un animal, por el simple hecho de agradar a un grupo de turistas, para que tengan su foto del animalito exótico… Este tipo de actitudes nos aleja cada vez más de la conciencia ecológica que deberíamos tener, si en verdad nos interesara conservar un paraíso como Ilha Grande o cualquier otro. La observación de animales en su hábitat natural, el aprendizaje y el placer obtenido de esto, es perfectamente posible, pero evitando un contacto abusivo que pueda dañar o traumatizarlos de algún modo y conservando el mayor respeto por la naturaleza. Un respeto que durante muchos años, incluso hasta el día de hoy, lamentablemente no resulta fácil de encontrar en todas las personas.

Una vez que estuvimos todos nuevamente arriba de la escuna, pegamos la vuelta hacia Abraão. Esta vez el barco se sacudió todo lo posible, era como viajar en una coctelera o licuadora. Muchas personas se sintieron mal o mareados, ya que la escuna se movía de adelante hacia atrás, de un costado a otro, y no era nada fácil mantener el estómago en su lugar… Durante una hora, aproximadamente, viajamos así. Por suerte no me sentí mal, aunque de todos modos se tornaba molesto viajar tanto tiempo a los sacudones.

Al fin llegamos a Abraão, pisamos tierra firme después de un largo viaje, ya que llegamos a las 18.30. Fuimos directo a darnos una tranquilizadora ducha en la posada, pero antes compramos los pasajes en el mismo puesto “Agua Viva”, para retornar al continente mañana, a Angra dos Reis. De esta manera podríamos visitar el otro poblado que nos interesaba: Araçatiba.
Salimos por Abraão, intentamos hablar por teléfono pero no había conexión con el satélite, y no pudimos. Fuimos a despedirnos de nuestro restaurante preferido, Pizzaria da Praia, y cenamos filet de pollo. Luego paseamos un poco, compramos algunas cosas más. Vimos un caracol enorme y tuvimos que ayudarlo a llegar a las hojas, pues estaba justo en medio del paso de la gente, en plena oscuridad! Estábamos tan mareados por el largo viaje en barco, que sentados inmóviles sentíamos que todo se movía a nuestro alrededor. Por eso nos fuimos a dormir temprano esa noche, ya que al día siguiente nos esperaban más viajes.

DIA 5: CAMINATA A LA ARGENTINA

Esta vez nos levantamos un poco más tarde, a las 8. Para no perder la costumbre, desayunamos comiendo un poco de cada cosa, y más tarde nos preparamos para un día de caminata, llevando algunas provisiones y agua.

Hacia la izquierda de Abraão (izquierda mirando el mar), tomamos el camino que lleva al Circuito de Abraão y más adelante a la Cachoeira da Feticeira (“cascada de la hechicera”). A la entrada de la trilha ya nos moríamos de calor… Un señor que en la entrada juntaba hojas, nos explicó muy amablemente con un dibujo sobre la tierra, cómo tomar el camino hacia la Cachoeira, que aparentemente no era tan fácil como parecía. Creyendo que habíamos entendido algo de lo explicado, partimos.

A los pocos minutos de caminata llegamos a Poção, un bellísimo pozo natural de agua (calculo que procedente de la cascada, o de su misma fuente), en el que bañaban a los esclavos en tiempos antiguos. Ahí nos dimos un reparador chapuzón. El agua estaba helada pero hacía tanto calor que no nos importó.

Seguimos camino hacia el Acueducto. Muy pronto lo encontramos: una gran estructura de piedra, en gran parte cubierto por enredaderas. Digno escenario de cuentos.

A partir de allí, el camino hacia la Cachoeira comenzó a hacerse más difícil, pues había varias subidas que quitaban el aliento, sobre todo por el calor que hacía y la humedad agobiante. Luego de una hora y media de caminata, descubrimos que encontrar la cascada no era tan fácil como pensábamos. Después de una subida de aproximadamente 100 m pero muy empinada y a pleno sol, nos encontramos con dos o tres grupitos de personas (en su mayoría, argentinos) que tampoco daban con el camino correcto, ya que había varios caminos que parecían marcados pero no llevaban a la cascada. Como si eso fuera poco, escuchábamos ruido de agua… Cuando estábamos casi todos a punto de decidir dar media vuelta y tomar el camino a la playa, fuimos “rescatados” por un guía de otro grupo que pasaba por ahí. Muy amablemente nos fue guiando a nosotros también.

Finalmente, media hora después y luego de ser reagrupados como dos veces más por desviarnos del camino (cual ganado vacuno), llegamos a la bendita cascada. Sinceramente, para todo lo que nos había costado llegar hasta allí, no me pareció ni tan imponente ni tan linda… Intenté entrar al agua pero, a pesar del calor, estaba helada y la cantidad de personas que había y de piedras resbalosas en el fondo, me hicieron salir enseguida. Solamente nos refrescamos un poco. Comimos nuestros snacks mirando cómo algunas personas hacían rappel desde arriba de todo, y cómo otras se acercaban al pie donde caía el agua para sacarse alguna foto.

Nos fuimos de allí siguiendo al mismo guía que con su grupo iban hasta la playa Feticeira y luego tomaban un barco hacia Saco de Ceu. Nosotros los seguimos hasta la playa y ahí nos quedamos… esperando algún barquito que saliera hacia Abraão. Se podía volver a pie hasta la villa, pero eso significaba otra hora y 40 minutos más de subidas y bajadas, que no estaba segura de aguantar sin pasarlo mal. En la playita descansamos y nos refrescamos miles de veces en el mar, porque hacía mucho calor. Almorzamos unos sandwiches de atún y de pollo que vendían allí unas personas con sus heladeritas, unas cervezas, y también probamos el refresco helado de açai (frutal con algunos cereales y miel). Muy rico!

Alrededor de las 15.30 salimos de la playa en un barquito y muy pronto llegamos a Abraão. Compramos unos sandwiches en Pães & Cia, que llevamos hasta la posada y comimos allí. Más que deliciosos! Luego ducha y un poco de televisión, mientras afuera caía una lluvia que parecía no querer parar jamás. Vimos el Pájaro Loco en portugués, hasta que llegó la hora de la cena (20.00 hs), nos pusimos nuestros pilotines y salimos a comer. Fuimos a Dom Pepe (el restaurante de la posada del mismo nombre). Comimos una pizza entre los dos, mitad pollo con queso catupiry y la otra mitad con bacon, champignon y ajo. El grosor de la pizza es cercano al de una hoja canson, pero hay que decir a su favor que está condimentada a las mil maravillas, con cantidades generosas de cada ingrediente. Acompañamos con soda y más tarde una caipirinha rica pero a temperatura natural… Matadora.

Nos fuimos a la posada a dormir… Tal vez por el día difícil, me tocó tener una noche entrecortada, y se ve que la pizza no fue suficiente para mi estómago, ya que en plena madrugada tuve que atacar uno de los pancitos de nuestro frigobar.

jueves, abril 02, 2009

DIA 4: “LA” PLAYA

Nuevamente nos levantamos temprano, a las 7.30, y nos preparamos los sándwiches para la excursión del día. Desayunamos, preparamos el bolso y salimos a buscar un paseo que nos convenciera… y encontramos justo la que estábamos buscando: el paseo a Lopes Mendes.

Casi puntualmente a las 9.30 salimos en un barco (mucho más pequeño que el anterior), y luego de unos 45 minutos llegamos a Pouso, una playa desde la que había que caminar hasta llegar a Lopes Mendes (las olas son muy grandes aquí, por lo cual los barcos no pueden detenerse demasiado cerca). La trilha Pouso – Lopes Mendes es corta y relativamente fácil, diría que apta para todo público. En el camino vimos diversas plantas hermosas, mariposas gigantes y pequeñas, de varios colores, entre otros bichos menos agradables pero impresionantes también (arañas y hormigas, de inusitado tamaño). Después de aproximados 25 minutos (contando los demorados en sacar alguna foto) de caminata y extremo calor, llegamos…


Nos recibió una vista espectacular de una de las playas más lindas que vi en mi vida, una extensión imponente se abría ante nuestros ojos… Agua turquesa transparente, enormes olas y arena blanca y fina como si fuera harina. Muchas personas se dedicaban a surfear, pero de todos modos, no era una playa llena de gente… sino de miles de pequeños cangrejos amarillos que huían de la gente escondiéndose en sus agujeros, pero que salían después de un rato, como para espiar. A algunos pequeños temerarios pudimos fotografiarlos, con buen zoom para no asustarlos demasiado.

Nota: a modo de sugerencia, cuando fotografiemos animales en su ambiente natural, tratemos que sea desde lo más lejos que ellos decidan y sin flash para no molestarlos tanto. Además de provocar una desubicada e inconveniente invasión a la naturaleza, hay algunos animales que pueden llegar a reaccionar mal ante el flash o la presencia humana, por más acostumbrados a nosotros que estén. Respetemos el paraíso y conservémoslo para todos.

El mar es bastante más fresco que las aguas de playas más al norte de la isla, pero igual con el calor que hacía, nos metimos bastante. Nosotros elegimos una sombrita natural (algunos creo que alquilaban sombrillas) de algunos árboles frutales que no supimos qué eran, y descansamos allí hasta más o menos las 2 de la tarde. Almorzamos los sándwiches que habíamos llevado y compramos una coca a uno de los que vendían bebidas (entre otras cosas) ahí en la playa (se llevaban las heladeritas hasta allá).

No estuvimos mucho tiempo en la playa pues ya estábamos sufriendo mucho calor, y algún dolor de cabeza… No soy una persona que disfrute mucho de solamente “estar” en la arena bajo el sol porque me aburro un poco y sufro mucho calor; sí disfruto de bañarme en el mar, pero lo hago poco cuando las olas son fuertes y grandes. Por estas razones, después de un par de horas sentados entre los cangrejitos, juntamos nuestras cosas y remontamos la trilha hasta Pouso, esta vez con un paso mucho más tranquilo.

Podíamos regresar a Abraão en tres horarios diferentes, ya incluidos en el paseo, pero el primero de todos salía a las 15.30. A Pouso llegamos alrededor de las 14.30, así que teníamos tiempo para pasar allí. No nos metimos en el mar pues ahí paran muchos barcos y el agua queda con residuos, pero seguro que si caminábamos un poco encontrábamos algún lugar más lindo para bañarnos. De todos modos, apenas salimos de la trilha, un muchacho con un bote nos ofreció traslado, unos 150 metros, hasta un restaurante flotante. Aceptamos casi sin pensarlo dos veces, y subimos al botecito (con cangrejito incluido que nos miraba, asomándose por debajo de un tablón), que fue tirado a través de sogas y polea por el muchacho de la orilla. Para recuperarnos de tanto calor, tomamos unas cervezas bien heladas y comimos un pastel riquísimo de carne.

Luego de un rato nos recuperamos y volvimos a esperar en la orilla bajo un árbol, lleno de tillandsias. Nos devoraron las hormigas durante la espera, pero pronto llegó el barco del regreso. Fue una linda vuelta, fuimos sentados en la proa del barquito, acompañados por el músico del muelle de Abraão, que con su guitarra alegró la tarde con unos reggaes y sambas…

En la posada descansamos un poco, nos duchamos y salimos a pasear nuevamente por Abraão, comimos un pastel en el Lanchonete Aconchego. Muy ricos! Seguimos paseando y más tarde tomamos un helado mirando el mar, que compramos en un local pequeño frente al muelle. Lo venden por peso pero autoservice, es decir, uno elige el vasito, se sirve el helado, le pone por arriba lo que quiera (salsas varias, galletitas, crocantes, cerezas, chips de chocolate, etc.), lo lleva a pesar y paga (R$ 3.30 x 100 gramos). Dimos una vuelta más al pueblo, esta vez por otras callecitas, y nos sentamos un rato en un banco bajo un árbol.

Más tarde ya cenamos, volvimos a Pizzaria da Praia, tomamos unas cervezas, rabas y después unas riquísimas y heladas caipirinhas. También pedimos una piña colada, la más rica que hemos probado hasta ahora. Paseamos un poco por el muelle de noche, y a la vuelta hacia la posada, en un puesto sobre la calle, comimos unas brochettes de pollo con farola (R$ 3 c/u)… que compartimos con un par de perritos luego de que nos observaran largamente comer nuestros pinchos, con unos ojitos que no pudimos resistir… A duras penas pudimos evitar que nos siguieran hasta la posada.

DIA 3: PRIMER PASEO EN BARCO

Nos levantamos otra vez cerca de las 7 y bajamos a tomar nuestro café da manhã. Siendo personas no habituadas a desayunar más que un café en la oficina con alguna galletita, podemos decir que comimos en cantidad: fueron 2 o 3 tazas de café acompañado con sándwiches de jamón y queso, pan con manteca, torta, frutas y jugos. En aproximadamente 30 minutos comimos un poquito de cada cosa. Luego de un veloz paso por nuestro cuarto, salimos para tomar nuestra excursión con Golfo hacia Lagoa Azul (R$ 30 por persona). Antes de subir al barco, alquilamos una máscara de snorkel ahí nomás en algún puestito cercano (por R$10 cada uno, o menos, no me acuerdo).

Eran alrededor de las 10.30 cuando salimos en la escuna Golfo I. El sol estaba fuerte ese día, hacía mucho calor y en el barco había mucha gente, por lo que fue un alivio el viento fresco del mar. Saliendo de Abraão, enfrente del muelle pero lejos, paraba un enorme crucero.


La primera parada fue Lagoa Azul, un precioso lugar de agua azul transparente, donde hicimos un buen rato de snorkel (mergulho) entre los peces que se acercaron al barco casi instantáneamente. Maravilha… Esta fue la primera vez en mi vida que hacía snorkel. Disfrutamos de una hora nadando y descubriendo el fondo lleno de corales y diferentes peces, hasta que nuevamente fuimos llamados al barco.

El siguiente lugar fue la playa de Japariz, a la hora de almuerzo. Anteriormente, en la escuna habían repartido menúes de un restaurante de los que están sobre esta playa, para hacer el pedido via radio para aquellos que quisieran almorzar allí. Nosotros ya nos habíamos preparado unos mini sándwiches, por lo tanto bajamos a la playa y buscamos una sombrita para comer. Disfrutamos de la playa mientras mirábamos los pequeños cangrejos que se escondían de nosotros en agujeros en la arena.

Después de un lindísimo chapuzón en el mar, nos acercamos a uno de los restaurantes y comimos un helado. Un rato más tarde ya todo el mundo subía al barco, por lo que también nosotros subimos.

Momentos después partíamos hacia Saco do Céu, en la Enseada das Estrelas. Un hermoso lugar de aguas color verde claro (pero no demasiado transparentes) donde también mergulhamos un poco, buscando estrellas de mar en el fondo. A pesar de que casi todos los viajeros nadamos a lo ancho y a lo largo de Saco do Céu, con ayuda de “espaguetes” (yo los conocía como “flota-flota”, esos tubos de goma de colores), no encontramos ninguna estrella marina, aunque sí peces de diferente tamaño y color.

Una vez más, se nos acabó la hora de diversión y tuvimos que volver al Golfo I, ya tomando la ruta de regreso hacia Abraão. Justo antes de salir, al lado del barco vimos pasar unos peces verde brillante, finitos y largos. Hermosos! En el barco teníamos frutas de cortesía, que podíamos acompañar comprando alguna bebida del bar. Nosotros brindamos con unas latas de Skol.
Una vez llegados a Abraão, a eso de las 16.30, pasamos por el mercado en busca de posibles provisiones para el día siguiente, pues no sabíamos qué excursión haríamos. Luego de una ducha reparadora, salimos a dar una vuelta por el pueblo, compramos algunos regalos para las familias, dejamos todo en la posada y volvimos a salir, esta vez para cenar.

En una especie de restaurante Fast Food casi al lado de la Iglesia, cenamos un menú de pescado frito, que venía con arroz, feijão y papas fritas. Acompañamos con cervezas bien frías y más tarde nos tomamos allí mismo unas caipirinhas (económicas pero en vaso bien pequeño…), bastante fuertes. Volvimos a la posada, nos entretuvimos un rato con CQC Brasil… y a dormir!

miércoles, abril 01, 2009

DIA 2: LA ISLA

Después de la lucha contra el aire acondicionado, nos levantamos 6.30, preparamos nuestras cosas y partimos en búsqueda del Cais de Santa Luzia alrededor de las 7. Luego de preguntarle a una amable señora que había salido a caminar, llegamos al muelle. Esperamos apenas un ratito el catamarán que salía hacia Ilha Grande a las 8 (R$ 25 por persona).

Subimos al catamarán muy descompuestos por el calor agobiante de la ciudad y la caminata, pero apenas zarpó el aire de mar nos hizo sentir mejor. En apenas 45 minutos llegamos a la isla! Desembarcamos en un nublado Abraão y encaramos hacia Solar da Praia, nuestra primera opción de hospedaje. Pero estaba todo lleno, así que nos dirigimos en búsqueda de nuestra segunda opción: Pousada Dos Meros. Por suerte, encontramos ahí una hermosa habitación en el piso de arriba, por R$ 120 la noche, con ventilador, aire acondicionado y frigobar.

La posada es preciosa, está todo muy limpio, prolijo y bien decorado, con un mix étnico muy bonito (máscaras africanas, pinturas estilo indígena, telas de estilo oriental), y un jardín superpoblado de plantas. Como habíamos llegado un poco temprano, todavía estaban limpiando el cuarto, así que les dejamos nuestras mochilas y salimos a buscar un lugar donde desayunar. Bien cerquita de nuestro nuevo hogar, en Lanchonete Aconchego, tomamos un riquísimo jugo de maracujá y un delicioso tostado de jamón y queso.
Volvimos a la posada y subimos a nuestro cuarto: muy lindo, todo decorado en tonos azules. Acomodamos un poco nuestro equipaje (léase: lo arrojamos por ahí) y salimos nuevamente a caminar.

Con los bolsos hechos tal como venían desde el viaje en avión, fuimos en búsqueda de Abraãozinho, una playa cercana donde no hay tanto barco y uno puede bañarse más tranquilo. En ojotas, sin agua, ni una lona o toallón, ni nada, atravesamos una trilha que podría decirse fácil teniendo el calzado adecuado o cualquier cosa que no se escapara de nuestros pies. Tardamos cerca de 30 minutos en llegar, pasando antes por otras tres playas: da Júlia (llena de gente), Biquinha y Crena.

Finalmente, después de unas cuantas subidas y bajadas en un terreno húmedo, fruta podrida, moscas y una araña enorme en su también enorme tela, dimos con Abraãozinho y pudimos darnos el chapuzón tan esperado. El mar allí estaba muy hermoso, verde transparente, no hay olas y está bien cálido. Chapoteamos un buen rato mientras le echábamos un ojo a nuestras cosas que habíamos dejado en la arena. Pronto comenzaron a caer algunas gotas pero no llegaba a ser lluvia. Momentos más tarde salimos del mar porque se acercaba la hora del almuerzo. Nos sentamos unos minutos en una de las mesitas de un restaurante, pero mientras esperábamos a ser atendidos, se largó a llover con fuerza. La gente del restaurante estaba ocupada en sacar mesas y sillas de la lluvia, gente que se mojaba, así que no nos atendían nunca. Al fin no quisimos seguir esperando, nos levantamos y nos tomamos un taxi boat de vuelta hasta Abraão (R$ 5 por persona). Un viaje veloz y divertido en el que terminamos mojándonos más que si nos hubiéramos quedado en Abraãozinho.

Como en un dejá-vu, volvimos a buscar un lugar donde almorzar, y pronto encontramos un techo y mesas libres en Rei da Moqueca, un pequeño restaurante que da sobre la playa. Comimos unos sandwiches de “tudo” con papas fritas y cerveza helada. Ya comenzamos a desarrollar un gusto por la Skol. En brevísimos instantes se largó el diluvio sobre Abraão. Tanto llovió, en tan poco tiempo, que casi sin darnos cuenta terminamos comiendo con los pies en agua. Después del almuerzo, nos pusimos nuestros pilotines (de bolsa de residuo) y partimos.

De camino a la posada compramos unos nuevos pilotines, provisiones en el mercadito en diagonal a la iglesia (para el almuerzo del día siguiente y para llenar un poco el frigobar). Nos pegamos una linda ducha, descansamos algo así como una hora y salimos a pasear por la villa. Contratamos en un puesto turístico de esos que están frente al muelle principal, la excursión a Lagoa Azul, que haríamos al día siguiente.

A eso de las 7:30 estábamos cenando en Restaurante da Praia (de la Pousada da Praia). Un lindo y buen restaurante, con mesitas en la playa adornadas con velitas, justo al lado del lugar en el que habíamos almorzado. Pedimos unas rabas (lula a doré) y luego un plato que era para compartir entre dos. Pollo a la parmesana (cuatro milanesas de pollo cubiertas con salsa de tomate, jamón y una tremenda capa de queso), acompañado por arroz, feijão (guiso espeso de porotos negros) y papas fritas. Obviamente no pudimos con todo eso y terminamos al borde de la explosión.

Vuelta a la posada, mientras intentábamos bajar la bestial cena, compramos un pareo para la playa y hablamos por teléfono en el ciber que hay apenas pasando la iglesia. Un poco de televisión y unas latas de cerveza Skol, y a dormir.


DIA 1: LLEGANDO

Llegamos a Ezeiza con casi tres horas de anticipación a nuestro horario de vuelo, pues no conocíamos el aeropuerto y queríamos recorrerlo un poco. Desayunamos ahí mismo (el desayuno más caro de nuestras vidas), un café y un tostado.

Subimos al pequeño avión de Gol. El vuelo fue muy bueno, arriba nos dieron un sandwich y unas bebidas a cada uno. Disfrutamos mirando por la ventanilla. Hizo conexión en Sao Paulo, y a partir de allí se puso muy movido e inestable el viaje, pues había muchísimas nubes y algo de lluvia. Bastante incómodo para nuestros desacostumbrados estómagos. De todas formas, luego de aproximadas 3 horas, desembarcamos en el aeropuerto de Rio de Janeiro.

Rio nos recibió con esas lloviznas finas pero constantes, mucho calor y una terrible humedad, por supuesto. Un pequeño micro nos llevó al interior del aeropuerto, donde buscamos nuestro equipaje. A la salida estaba esperándonos el conductor del transfer de Angratours que ya habíamos contratado en Buenos Aires. Nuestro primer contacto con el idioma en su forma habitual: no entendíamos nada, tuvimos que preguntarle todo dos veces.

Finalmente, aproximadas tres horas después, y pasando antes por un parador de ruta a comprar unos snacks para el camino, llegamos a la calurosa Angra dos Reis ya sin luz diurna, alrededor de las 18:30. Nos dejó en la posada que habíamos elegido para pasar esa noche, Pousada Tuiuiu. Pagamos el transfer (R$ 320, ida y vuelta para los dos) y nos dirigimos a preguntar por una habitación y sin demasiadas vueltas, tomamos la que se nos ofrecía, por R$ 120 la noche. Pagamos y luego preguntamos dónde podíamos ir a comer, a sabido riesgo de no entender las indicaciones. Caminamos unas siete cuadras por la avenida principal y llegamos a un restaurant lindo en una esquina, Botequim Santa Luzia. Tomamos unos ricos y fríos chopps y comimos un excelente Combinado Santa Luzia (pollo y cebolla a la plancha, con mandioca frita).

De vuelta en la posada, eran cerca de las 9 de la noche, ya muy tarde para tanto trajín de viajes. Nos dimos una fresca ducha, vimos un poco de Shrek con subtítulos en portugués y nos dispusimos a dormir. A pesar de lo cansados que estábamos, no dormimos nada bien aquella primera noche en Brasil, pues en Angra no refresca ni siquiera de noche, y por si eso fuera poco el aire acondicionado del cuarto (sin ventilador) hacía un ruido infernal.