lunes, abril 05, 2010

DIA 15: El final de las vacaciones :(

Desayunamos y preparamos todo nuestro equipaje. Nuestro avión salía a las 15.30, pero queríamos estar temprano en el aeropuerto para almorzar allí, ya que nuestras empanadas de la noche anterior habían desaparecido…
Hicimos más rápido de lo que pensábamos, salimos, tomamos un taxi en la calle y aún no eran las 12 cuando llegamos al aeropuerto. Parecía un aeropuerto fantasma, todo estaba cerrado, todo desierto… De no ser por las personas de seguridad, éramos los únicos. Nos sentamos a leer. Alrededor del mediodía empezó a haber más gente y a las 13 fuimos a comer al único bar del aeropuerto.
Finalmente se hizo el momento de subir al avión y pasar las 2 horas que quedaban para Buenos Aires.

DIA 13 Y 14: De regreso en Salta

No perdimos el tiempo esa mañana y nos levantamos con el tiempo justo para volver a la ciudad de Salta, en un ómnibus que salía a las 10 hacia San Salvador de Jujuy, donde teníamos que conseguir otro pasaje a Salta. Pero hicimos tan rápido que nos tomamos el de las 9.20, mucho mejor. En una hora ya estábamos en Jujuy, conseguimos pasaje para las 12.
A Salta llegaríamos a eso de las 15, paramos a comer en el mismo puesto en el que almorzamos el primer día de viaje. Luego emprendimos la búsqueda de hospedaje. Después de varias cuadras de caminata, conseguimos un lindísimo hostal a 6 o 7 cuadras del centro, Hostal La Linda. Allí dejamos nuestras cosas y descansamos un rato.
Salimos a caminar más tarde, por las peatonales de Salta y alrededor de la plaza 9 de Julio, compramos algunas cosas ricas regionales. Esa noche comimos pizza en un bar de esquina, cerca de nuestro hostal.
El día siguiente fue bastante parecido al anterior, caminamos y caminamos Salta, sin demasiado que hacer, recorrimos del lado del Cerro San Bernardo donde hay un barrio de casas muy bonitas, volviendo al hostal a la hora de la merienda (que también estaba incluida en la tarifa diaria). El almuerzo fue muy bueno, en un restaurante parrilla, comimos una parrillada para dos. Y a la noche volvimos al bar de la noche anterior, donde compramos empanadas. Las comimos en el comedor del hostal, dejando un paquetito para el almuerzo del día siguiente.

miércoles, marzo 31, 2010

DIA 12: Purmamarca

El desayuno fue con pan, queso de cabra y mermelada… Los tres lo tomamos en la cocina que es de uso de la familia. Después salimos a esperar el colectivo en la calle principal. Cerca de las 10.30 nos bajamos en Purmamarca, mientras nuestro compañero seguía viaje hasta San Salvador de Jujuy.
No tuvimos ganas de buscar hospedaje así que solamente averiguamos en la entrada al pueblo, en Mama Coca, y ahí nos quedamos, en una habitación con dos camas.
Después de dejar nuestro equipaje, recorrimos un poco el pueblo y fuimos a hacer el Paseo de los Colorados y Mirador El Porito. Era un día de sol espectacular para esta excursión. Una caminata suave y casi sin esfuerzo, de aproximadamente 1 hora, recorriendo los cerros colorados por la tierra arcillosa. Desde El Porito se puede ver un fondo hermoso del Cerro Siete Colores y todo Purmamarca.
Bajamos de nuevo al pueblo, justo para el inicio de un acto en la plaza, por el día de la Memoria (era feriado nacional ese día). Hablaron familiares de desaparecidos, hubo unos bailarines, poesía y música. En medio del acto fuimos a comprar unas empanadas por ahí cerca. Está todo muy caro…
Después de una breve siesta, nos fuimos a recorrer Purmamarca entero (lo cual no es muy difícil ya que es muy pequeño). No está como lo recordaba. Ahora está plagado de nuevas construcciones, hosterías, hoteles y posadas de lujo, todo carísimo, una galería de compras super elegante… Todo pensado para quienes vienen con dólares o euros, nada pensado para el turismo local. Purma ya no es la misma… Me da tristeza que se copen estos lugares con construcciones o estilo de vida que no van con el paisaje, no combina con la cultura local o el estilo de vida del poblador original de Purmamarca. Y eso que Purmamarca significa “pueblo de la tierra virgen” o “pueblo del desierto”; lamentablemente, ya poco queda del significado de su nombre.
Algo desilusionados por tanto cambio, nos sentamos otro rato en la plaza a descansar, y al ratito volvimos al hostel, donde tomamos mate y jugamos a las cartas en el patio, mientras esperábamos que llegara la hora del agua caliente para las duchas.
Para la cena, fuimos a una rotisería, donde pedimos un plato de locro y otro de tallarines. Comimos en la pieza del hostel y después de otro partido de cartas, nos fuimos a dormir.

DIA 11: Otro día en Maimará

Un día más con sol y ni una sola nube, ni siquiera una minúscula. Desayunamos en el hostel y después juntamos todas nuestras cosas para mudarnos de hospedaje. Nuestro compañero se mudaba con nosotros, a otra habitación, ya que le habíamos comentado de nuestro descubrimiento.
Era una mañana para caminar, así que de entre todas las actividades que había, elegimos ir a ver las Quintas de San Pedrito. Era una caminata breve, muy descansada y muy linda. Es un placer enorme ver los enormes cultivos con los cerros coloridos de La Paleta del Pintor en el fondo. En menos de una hora, ya estábamos regresando al hospedaje, donde nos pusimos a lavar ropa (ya era hora), colgándola en la cuerda del patio. Minutos más tarde nos pusimos a cocinar un arroz con cebolla. Menos mal que empezamos temprano porque la garrafa tiraba un hilo de gas, y tardó dos horas en cocinarse!
Debido a la demora del almuerzo, nuestra siesta se redujo a 30 minutos. Después nos preparamos para ir caminando hasta el Cementerio y luego al Puente Natural.
Subimos por la calle principal, girando luego a la izquierda, hacia la ruta 9. Allí, al lado de la ruta, se encuentra el pintoresco cementerio de Maimará, enclavado en el cerro. Pasando el cementerio, cruzamos la ruta y el camino se abre para ir al Antigal Iruyito o al Puente Natural. Para ir al Puente Natural, el camino es una subida suave pero constante, sin posibilidad de sombra. En total, desde que comenzamos a caminar, tardamos 1 hora en llegar al lugar. Es posible que con algo de nubes y menos calor, se tarde un poco menos.
Las piedras pintadas de blanco van marcando el camino hacia el puente… Hasta que en una curva del caminito de piedras, el paisaje se abre por el maravilloso puente creado por el viento y los años de desgaste de la piedra. A la vuelta, cuando se retoma el camino por el cual vinimos, se ve de frente la Paleta del Pintor, iluminada completamente por el sol de la tarde que realza todos sus colores.
Al llegar al hospedaje conocimos al dueño de casa, con quien nos quedamos charlando mucho tiempo, sobre todas sus excursiones, algunas de varios días en la montaña, por casi todo Jujuy: la quebrada, las yungas. Nuestro compañero llegó de su paseo y se sumó a nuestra charla, luego el casero trajo su notebook y nos mostró toneladas de fotos sobre todo lo que nos había contado. Impresionantes! Cuando nos dimos cuenta, era la hora de ir a cenar. Con nuestro amigo nuevo y recomendados por el dueño de casa, fuimos a una cuadra de allí a comer al comedor “El Amigazo”. Por muy poco dinero cenamos un plato rebosante de guiso de fideos y sopa de avena. Muy rico, algo picante.
Cuando salimos de ahí, ya no hacía tanto frío. Volvimos al hospedaje y nuestro compañerito tuvo problemas para abrir la puerta de la habitación. Tuvimos que pedirle ayuda a quienes nos hospedaban, pero tampoco pudieron abrirla. La cerradura estaba trabada, probamos todos con dos copias de la llave, probaron también con una barreta, destornillador haciendo palanca, taladro y hasta trajo la amoladora por si hacía falta. Vino hasta el perro de la familia, a ver si podía ayudar en algo, y nos miraba con cara de susto y salía corriendo. Mientras todos jugábamos a ver quién lograba abrir la puerta, el dueño de casa nos contaba que esa vivienda tenía más de 100 años, que antes de que ellos llegaran pasaba mucho tiempo cerrada durante el año. También nos contó que cuando él llegó a instalarse con su familia, la perra pasó varios días asustadiza, se paraba en el medio del patio ladrándole a la nada, bajo la parra, como si hubiera alguien al fondo. Justo después de esos comentarios de cuento de terror, enchufaron el taladro al alargue, saltó una chispa que hizo saltar la térmica y de repente nos quedamos todos a oscuras en el patio… Fue muy cómico, parecía cosa de Mandinga, todos pensando “lo que faltaba!”. Por suerte no hizo falta usar la amoladora y destruir media puerta. Después de varias destrucciones a la cerradura y al marco de madera, finalmente se destrabó y se pudo abrir!
Como la noche estaba preciosa, el cielo se caía de estrellas y ya no hacía casi frío, los tres salimos de la casa y nos fuimos a charlar un rato a la calle, antes de ir a dormir.

DIA 10: Maimará

Tardamos un poco en levantarnos y dejar el hospedaje, ya que esta vez el que se sentía mal era mi novio. Esa mañana pensábamos ir al Pukará, pero no teníamos fuerzas, así que preferimos ir directamente a la terminal de ómnibus, a sacar un pasaje para nuestra esperada Maimará.
Una hora y media después, ya nos encontrábamos en camino hacia allá. Paradójicamente, el viaje duró tan solo 5 minutos. Llegamos a Maimará en pleno mediodía, el sol estaba terrible y el calor era una patada en la cabeza. Era como llegar a un pueblo fantasma, a esa hora y con esas condiciones climáticas, obviamente no había nadie en la calle. Esperé en la plaza, con todo el equipaje, mientras mi novio buscaba hospedaje. Después de algunas vueltas, encontró el hostel Flor de Maimará, que era el único que encontró abierto. Yo estaba a punto de desmayarme del hambre… Compré galletitas y fiambre y comimos ahí en la plaza unos mini sándwiches antes de emprender la caminata al hostel.
En el hostel nos recibieron los brasileños que lo manejaban, quienes además de mostrarnos nuestra habitación y comodidades, nos dieron a ver una carpeta en la que se resumían las diferentes actividades o excursiones que podían hacerse en o desde Maimará. Muy buenos datos y todo muy completo.
Dormimos un poco hasta las 4 de la tarde, luego salimos a dar unas vueltas, buscando comprar algo para el dolor de cabeza que teníamos. La farmacia, cuyo cartel decía que abría a las 5, abrió alrededor de las 6.20. Allá, es así… Aprovechamos el paseo por la calle principal para buscar un hospedaje un poco más económico, y encontramos una preciosa y antigua casa: el hospedaje “Qori Huasi”. Allí podíamos usar la cocina y teníamos habitación matrimonial para nosotros solos.
De regreso a Flor de Maimará, tomamos un té en el saloncito comedor para tratar de aliviar nuestra dolorida cabeza. Además, hacía un poco de frío… Como teníamos antojo de comer pizza, temprano, tipo 8, salimos a buscar dónde comprarla. En la plaza principal, en el costado derecho hay unos puestitos donde venden comida a la noche: hamburguesas, pizzas, sándwiches de lomito, etc. Ahí conseguimos una rica pizza con jamón, hecha por una señora muy amable que recién abría el puesto. La llevamos para el hostel y cenamos ahí, en el mismo saloncito.
Justo en el medio de nuestra cena, llegó un chico que se convertiría en nuestro compañero de habitación y con el que enseguida hicimos buenas migas. Le indicamos dónde podía comprar comida y nosotros aprovechamos la TV del hostel y vimos un poco de tele. Más tarde ya nos íbamos a acostar pero nos entretuvimos jugando a las cartas. Llegó nuestro compañero de cuarto y nos quedamos hablando como 1 hora entera de nuestros viajes.

DIA 9: Último día en Tilcara

Otro día de calor y pleno sol. A la pizza de la noche anterior le faltaba ¼… se ve que alguien había llegado con hambre. Desayunamos por última vez en el hostel y nos preparamos con todo para ir a La Rosa, donde habíamos pagado nuestra tercera noche en Tilcara. A eso de las 10.30 ya estábamos instalándonos allí, acomodamos un poco todo y dormimos un rato.
Interrumpimos la siesta matutina para almorzar la pizza que nos habíamos cocinado la noche anterior. Riquísima. Como hacía mucho calor para salir al mediodía, decidimos continuar la siesta otro rato más. Teníamos pensado ir de excursión a la Garganta del Diablo pero a esa hora era el mismísimo infierno…
A eso de las 3 de la tarde salimos a buscar un remis que nos llevara a la Garganta. Actualmente se encuentra cuidada y controlada por una comunidad nativa llamada Ayllu Mama Qolla (aproximadamente 80 habitantes), quienes cobran un mínimo bono para mantener este y otros lugares del sitio en el que viven.
Como la temporada de lluvias ya había terminado, el río que baja por la Garganta, era un fino arroyo rodeado de piedras y montaña. Caminamos río arriba buscando El Chorro, es decir, la cascada original que colabora en el cauce del río Huasamayo. 20 minutos más tarde llegamos al Chorro, estuvimos allí unos minutos. El sol se escondía rápidamente y a la sombra estaba bastante fresco. El camino de regreso lo hicimos a pie, por un camino peatonal que hay bajando el cerro, disfrutando de unos paisajes impresionantes, con la vista al fondo de la imponente Quebrada de Humahuaca.
Llegamos agotados a La Rosa, tomamos un té de coca, jugamos un poco a las cartas, compramos un par de cosas en la despensa más cercana (repelente, por ejemplo) y un rato después comenzamos a cocinar una riquísima y sana sopa de arroz (ya eran dos los estómagos afectados…). Antes de dormir, nos untamos buena cantidad de repelente.

DIA 8: Segundo día en Tilcara

Por alguna razón dormimos casi 12 horas (será que las necesitábamos). Me levanté sintiéndome mucho mejor. Ese día era el Festival del Durazno y la Humita en Juella, un minúsculo pueblo a 8km de Tilcara. Desayunamos en el hostel y salimos a averiguar cómo podíamos ir… Se suponía que medio Tilcara iba a ir, pero como salimos temprano, no había nadie yendo. Desde la terminal iban a salir algunos micros pero cuando fuimos todavía no sabían el horario. Así que preparamos algunas cosas y fuimos a la plaza a esperar las camionetas o remises que se suponía salían desde allá. Una de las camionetas ya había salido a las 10.20 y la siguiente salía a las 11. Esperamos y esperamos hasta esa hora pero pasaban los minutos y no venía la dichosa camioneta. Justo escuchamos que pasó un señor juntando gente para un remis a Juella, y una señora al lado nuestro le dijo que sí, así que ahí nos unimos.
Mientras llegábamos a Juella, los pasajeros (locales) nos contaban las atrocidades sobre la minería química y la explotación de uranio que quieren hacer en los cerros que nos señalaban por la ventanilla. Sumamente triste, sobre todo porque son pocas las voces… Espero que se vayan sumando más y más, antes de que sea tarde y nuestros nietos y bisnietos se queden sin esa maravillosa vista de cerros de colores.
Llegamos a Juella y por un caminito de tierra nos dirigimos al galpón donde se daba la fiesta. Afuera había puestos de comida (asado de cordero, tamales, “salchi-papas”, y duraznos y humitas, por supuesto!). Llegamos justo cuando todo comenzaba: izaban la bandera y luego cantamos el himno, en su versión de música con instrumentos norteños… y compartir ese momento con los dueños de casa fue inigualable, se me puso la piel de gallina. Allí estábamos, cantando todos juntos el himno nacional como en un acto escolar, mirando la bandera que nos une a pesar de las diferencias, en un pueblito mínimo rodeado de cerros de colores y perdido entre los cerros de la Quebrada de Humahuaca. No tiene precio…
Nosotros habíamos llevado sándwiches pero también compramos unas humitas para probarlas. Íbamos a ser los más idiotas si en la fiesta en su honor, no probábamos una!! Estaban deliciosas! Entramos al galpón, buscamos lugar en un tablón y comimos ahí. Los duraznos los probó mi novio… Toda la tarde pasaron copleros y copleras, bandas musicales y se armaba baile cada dos por tres. Incluso bailamos un poco, hasta que estuvimos agotados. Un rato antes de las 8 de la noche, casi cuando terminaba el espectáculo de músicos, nos volvimos para Tilcara. Pero el baile arrancaba a las 10 de la noche, aunque ya no teníamos fuerzas para regresar. Encontramos un remis en la entrada del predio, con más gente que volvía a Tilcara.
Cenamos en un restaurant en Tilcara, muy elegante y en medio de una galería de compras, esperando que pudieran cobrarnos con tarjeta de crédito. Pero el lector dio error y tuvimos que pagar en efectivo, sin opción. Apenas pude cenar una pechuga de pollo a la plancha… el estómago seguía sensible.Más tarde volvimos al hostel, jugamos a las cartas, cocinamos una pizza para el día siguiente, de nuevo jugamos a las cartas y enseguida se hizo la 1 de la madrugada. Nos fuimos a dormir, o al menos eso intentamos. Había tantos mosquitos que cuando nuestras compañeras de cuarto (3 chicas que habían llegado ese día) volvieron a las 5 a.m., nos encontraron despabilados buscando los molestos bichos. Por suerte, las chicas nos prestaron repelente, nos embadurnamos todos y pudimos dormir.

martes, marzo 30, 2010

DIA 7: Tilcara

Nos levantamos temprano. Yo desayuné solamente un té de manzanilla, los días de calor que pasamos, las caminatas al sol, me afectaron un poco el estómago. Durante el resto de la mañana, sólo me mantuve en pie con agua mineral. Preparamos todas nuestras cosas, dejamos las mochilas en el patio del hostal y salimos a caminar.
Subimos al cementerio de Humahuaca, a ver la tumba de Vilca. También ahí pudimos ver la de Edmundo Zaldívar, el creador del carnavalito “El Humahuaqueño”. Después bajamos y compramos un par de cosas básicas, caminamos un poco más y volvimos al hostal. Al llegar el mediodía comimos lo mismo de la noche anterior e hicimos algo de tiempo en el patio del hostal. Finalmente fuimos a sentarnos en la plaza frente a la terminal, a esperar nuestro micro de las 14.
Después de una horita de viaje, estábamos en Tilcara. El sol y el calor se sumaban a mi malestar. No quisimos caminar mucho, así que averiguamos por hospedajes económicos en la Dirección de Turismo. Terminamos en el hostel Tilcara. Más tarde recorrimos averiguando otros hospedajes, en La Albahaca (recomendado por La Churita) no tenían lugar, y la cocina era una cajita de zapatos. Pero visitamos un departamento enorme que tenían arriba, hasta con terraza! De todos modos, ya estaba alquilado y era más caro. También averiguamos en La Rosa, para la tercera noche en Tilcara (en el hostel habíamos pagado dos), pues ahí tenían una habitación sólo para nosotros.
Volvimos al hostel y descansamos un poco. Después de un rato me sentí bastante mal y esa noche no cené, directamente me fui a dormir después de unos paños fríos en la frente. A las 9 ya me quedaba dormida…

DIA 6: Tarde en Uquía

Me desperté con una alergia que me acompañó durante medio día. Apenas nos levantamos y vimos el termo lleno de café que había dejado Olga en la cocina, fuimos a comprar la cena de esa noche y el desayuno: leche, pan y manteca. Después de desayunar, emprendimos camino a la excursión de Peña Blanca. Imposible parar de estornudar, tenía la nariz como un tomate al llegar al pie de la peña. Un perro peludo que nos siguió desde el puente, nos hizo de guía. Subimos a la Peña, tomamos una merienda de bananas y agua, que compartimos con el perro (además de darle también unos biscochos que nos habían quedado del día anterior) en premio por su esfuerzo y por el calor que hacía, pobrecito. A pesar de la vista increíble que se tiene de Humahuaca desde allá, no estuvimos mucho tiempo porque el sol estaba insoportable y el calor nos estaba asando el cerebro.
Almorzamos el revuelto de papa, huevo y salchicha en el hostal e hicimos una breve siesta. Antes de las 3 de la tarde nos fuimos a averiguar cómo podíamos visitar el pueblo de Uquía (a 10 km de Humahuaca). Salían camionetas de la terminal pero finalmente pagamos un pasaje (o fracción de pasaje, mejor dicho). En 10 minutos estábamos bajando en Uquía. No demoramos más de 1 hora y media en recorrer todo el pueblito, mirar las artesanías en los dos puestitos de feria, y entrar en su iglesia. La iglesia fue lo más lindo, es pequeña y simple pero alberga un hermosísimo altar tallado en madera y con una cubierta dorada e impresionantes pinturas cuzqueñas de la época colonial, restauradas: los Arcángeles Arcabuceros.
Al regreso agarramos justo un colectivo que nos dejaba en Humahuaca y apenas llegamos fuimos a tomar un café con leche con biscochos, manteca y mermelada en el cafecito “Ser Andino”. Volvimos al hostal y nos fuimos al patio a jugar a las cartas. Olga estaba con la puerta de su casa abierta (vive ahí, pero en un departamentito separado del resto de los lugares comunes) y puso música de nuestro queridísimo Ricardo Vilca (importante músico humahuaqueño que tuve la oportunidad de conocer personalmente meses antes de su muerte en 2007…). Le preguntamos por él, si lo conocía… y comenzó a contarnos montones de cosas sobre él, cuando era chico, cuando empezó a enseñar música, cuando iba a su casa a enseñarle al marido de Olga a tocar la guitarra, etc. Nos compartió sus hermosos recuerdos sobre una gran persona, humilde, inteligente y excelente músico… Salimos a comprar un vino para la cena y a llamar a nuestros familiares. A la vuelta cocinamos unos fideos con crema y pollo. Nos quedamos hablando bastante con un viajero francés y con una pareja de porteños como nosotros. Un poco más tarde nos fuimos a preparar las cosas para el día siguiente y a dormir.

DIA 5: Humahuaca otra vez

Nos levantamos apenas pasadas las 9, preparamos nuestras cosas y salimos. Nos fuimos a comprar unas galletitas para acompañar el mate que, por supuesto, tomaríamos en nuestra queridísima plaza, mientras admirábamos los cóndores que ya volaban por allá en las alturas. Pasaron las horas… Le dejamos el equipaje a la dueña del hospedaje donde nos habíamos quedado, en su almacén que quedaba ahí al lado. Compramos nuevamente fiambre y pan, para otros sándwiches riquísimos en la plaza, para después ir hasta el puente, a esperar la salida de nuestro micro hacia Humahuaca a las 13.45.
El viaje de vuelta a Humahuaca resultó larguísimo, mucho solo y mucho calor. Traté de dormir un poco, pero lo logré apenas un rato. Llegamos y buscamos un nuevo hospedaje, porque no íbamos a volver a Río Grande después de aquella noche mala… Nos hospedamos en La Churita, en la calle Buenos Aires. Olga, la señora que lo maneja, nos compró con su modo de ser… es como una abuela. El hospedaje estaba hermoso, todo adornado con motivos norteños, con una cocina comunitaria bien grande, completa y cómoda para usar en el momento que se necesite… y teníamos una habitación preciosa y grande con baño privado, con aroma a recién limpio cada vez que entrábamos. Un placer.
Nos dimos una ducha eterna e histórica… Dejamos nuestras cosas y salimos a la feria y a los locales de artesanías, para comprar recuerdos, encargos, regalos para nosotros… Compramos de todo y llenos de bolsas volvimos al hostal para salir de nuevo pero esta vez a comprar comida para esa noche. Cenamos salchichas con ensalada de papa y huevo. Para el mediodía siguiente nos quedó un buen resto para hacernos un revuelto.
Medio abombada por el calor del día y con la cabeza fatal, nos fuimos a dormir…

DIA 4: segundo día en Iruya

Esa madrugada llovió, y durante bastante tiempo, según recuerdo. A las 8 ya no llovía, pero el clima estaba muy húmedo y algo frío también. Nos levantamos a las 10 y desayunamos en el comedor “Tu Sabor”, a una cuadra, unas riquísimas tostadas y café con leche.
Después del desayuno, paseamos por Iruya, estuvimos un rato largo en la plaza detrás de la Iglesia. Los nenes de la escuela estaban en clase de gimnasia. Se acercaba el mediodía y fuimos a buscar un almacén donde comprar fiambre y pan. Con el pan casero nos hicimos un sándwich gigante de mortadela y queso, que dividimos en dos. Almorzamos en la plaza y después de comer paseamos un poco más, visitamos la Iglesia y nos volvimos al hospedaje a dormir una siesta.
A la tarde preparamos unos mates y nos fuimos a la plazoleta al lado de la iglesia, donde unos perros acompañaron nuestra merienda con biscochos. Cuando terminamos los mates, subimos la calle Belgrano hasta arriba, bajamos y fuimos a ver el río Milmahuasi, del otro lado del pueblito. Justo ahí, donde hay unos corrales con chanchos, comienza el camino para ir a San Isidro. Dimos media vuelta, compramos una coca y chocolates y volvimos por tercera vez en el día a la plaza. Ahí nos pusimos a jugar con unos chicos que se nos acercaron y quisieron sacar fotos con nuestra cámara. También estuvimos un buen rato entretenidos en sacarles fotos a los ocho cóndores que sobrevolaban en la montaña en frente de la plaza. Hermoso!!
Se hicieron las 7 de la tarde, los chicos volvieron a sus casas y nosotros al hospedaje. Jugamos un poco a las cartas, fuimos a comprar los pasajes para volver a Humahuaca al día siguiente, y más tarde volvimos al Comedor de Tina, donde esta vez cenamos una sopita de quinoa como entrada, pastel de choclo y carbonada con queso de cabra. Una vez más, delicioso! Otro juego de cartas y a dormir.

DIA 3: Iruya

Después de una pésima noche gracias al encierro de la habitación sin ventanas, las alergias de ambos, un par de mosquitos ensañados con zumbarme en la oreja y un colchón que nos destruyó la columna… gracias al cielo salimos a la calle.
Se veía con más vida Humahuaca un lunes… Compramos queso de cabra en el mercado y fuimos a la plaza frente a la terminal a desayunar unos mates y galleta con queso de cabra. Delicioso desayuno. Mientras tanto, esperábamos la hora de partir a Iruya. Después de haber usado la lima del alicate para cortar el queso, decidimos que era muy trabajoso y fuimos a comprar un cuchillo, además de otras cositas de necesidad básica. Por último, tras esperar que el ferretero se levantara y abriera su ferretería, conseguimos un adaptador para el cargador de batería de la cámara.
Alrededor de las 11 ya estábamos en camino hacia Iruya. Al rato de comenzar el viaje hicimos una parada en el pueblo de Iturbe, a unos 40 km de Iruya. Los paisajes del camino eran increíbles, sacamos pilas de fotos. Sentí un leve dolor de cabeza seguramente por la altura (por el camino se pasa por Abra del Cóndor a 4000 msnm), pero masqué un poco de hojas de coca y se me pasó enseguida.
Las 3 horas de viaje se nos pasaron volando. El colectivo nos dejó en una bajada del camino, a 2 km del pueblo. Algunas camionetas llevaban gente por algunos pesos, pero nosotros preferimos caminar y disfrutar del paisaje a nuestro propio ritmo, aunque tuviéramos las mochilas. Casi media hora después, llegábamos al pueblo, subiendo la cuesta que es su entrada. Ahí una chica nos ofreció hospedaje – Hospedaje Jazmín, a 2 cuadras de la Iglesia - y nos llevó a conocer la habitación. Nos gustó, estaba todo super nuevo, y decidimos quedarnos ahí.
Dejamos todas nuestras cosas yo nos dimos una ducha reparadora... No tan reparadora para mí, porque como salía apenas un hilo de agua caliente de la ducha eléctrica, me lavé el pelo con agua helada en el patio. Se me congeló el cerebro por unos momentos… Salimos a recorrer un poco. Después de la noche de mal dormir y lo empinado de las calles de Iruya, se me hacía difícil pasear sin agitarme. Al rato, volvimos a nuestra habitación y nos tiramos un rato a descansar. Alrededor de las 8 de la noche, emprendimos la búsqueda de un lugar donde comer… Cenamos en el Comedor de Tina, una señora divina y que cocina como los dioses, que a cada cosa nos decía “gracias”, como si le estuviéramos haciendo favores. Comimos tamales de entrada, tortilla de quinoa con papas andinas y cazuela de cordero, platos que compartimos para probar todo. Unas porciones enormes!!! … Qué bien dormimos esa noche!

DIA 2: Primera noche en Humahuaca

Bien temprano nos levantamos y desayunamos en el hostal a las 8. A eso de las 9.30 estábamos yendo a la terminal, dejando atrás Salta y mi par de zapatillas negras bajo la cama del hostal… :P Después de 4 horas y media de viaje, llegamos a Humahuaca, pasadas las 3 de la tarde. Almorzamos arriba del micro, unos sándwiches que compramos a un vendedor que subió en la parada en San Salvador de Jujuy. Buscamos hospedaje por las calles principales, y elegimos quedarnos en el hostal Rio Grande, sobre la calle Corrientes.
Un rato después, recorrimos un poco Humahuaca. No había nadie por las calles porque era domingo, además porque al sol hacía muchísimo calor. Nos sentamos en la plaza a ver los perros que van buscando gente que les tire un pedazo de pan o algo. En Humahuaca lamentablemente hay muchos perros callejeros…
Antes del anochecer, pasamos por la terminal de ómnibus y compramos nuestros pasajes para ir a Iruya la mañana siguiente. Nos avisaron en la boletería que los micros salían solamente en el horario de las 10.30 y que además nos dejaban a 2km del pueblo. La semana anterior había habido temporal en Iruya y cada vez que eso pasa, se desmoronan los caminos y no se puede cruzar el pequeño río más que a pie, hasta que lo arreglen.Preparamos unos mates y volvimos a salir a caminar. Más tarde nos abrigamos un poco (a la noche baja considerablemente la temperatura) y cenamos unos sándwiches en la sandwichería pegadita al hostal. Dimos una vuelta por ahí y volvimos a nuestra habitación a acomodar nuestro equipaje.

DIA 1: La ciudad de Salta

A las 13.55 nuestro avión aterrizaba en la ciudad de Salta. En el aeropuerto, nos costó un poco conseguir traslado al centro de la ciudad. La fila de espera para los remises era larguísima, las camionetitas de pasajeros, llenas. Caminamos un poco hacia la salida del aeropuerto, hacia la ruta, para tomar algún colectivo. Por suerte, antes de llegar a la ruta, nos hizo señas un taxi que justo entraba al aeropuerto a ver si conseguía pasajeros.
Fuimos en taxi hasta la terminal de ómnibus de Salta, que queda en el centro, así aprovechábamos para comprar los pasajes para ir a Humahuaca el día siguiente. Los compramos y empezamos a caminar buscando hostel o algún hospedaje no muy caro. En el camino cruzamos el enorme parque San Martín y almorzamos en un puestito de comidas, unos sándwiches de milanesa completitos, antes de seguir caminando. Hacía mucho calor y el sol pegaba fuerte, así que tampoco caminamos demasiado. Nos quedamos en Paila, un hostal en las calles Córdoba y Mendoza, a unas cinco cuadras del centro.
Nos dimos una ducha antes de salir a caminar un poco. Llegamos a la Plaza 9 de Julio, la plaza central de la ciudad, pleno centro de Salta. Allí frente a la plaza se encuentra el Museo Arqueológico de Alta Montaña, que visitamos en ese momento, pues sabíamos que se encontraba en exposición alguno de los Niños del Llullaillaco. Ahora que encontraron la manera de exhibirlos sin que sufran daños por la temperatura, bacterias o luz, los turnan cada 6 meses para que la gente los pueda ver. En aquel momento, estaba en exposición el Niño… Recorrimos todo el museo, en el que también se puede ver los objetos que encontraron con los niños. Cuando llegamos a la sala en que podíamos verlo, fue algo realmente impactante, impresionante.
MAAM - Los niños del Llullaillaco: http://maam.culturasalta.gov.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=14&Itemid=18
MAAm – La Ceremonia:
http://maam.culturasalta.gov.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=10&Itemid=13
Al salir del museo, recorrimos la plaza, sacamos las fotos de rigor: el Cabildo, la Catedral. Después fuimos hasta la basílica de San Francisco, también parte del casco histórico de la ciudad, y finalmente al Convento San Bernardo. Agotados (para ser el primer día, ya estaba bien de caminatas), volvimos al hostal con intenciones de descansar un poco. Pero nos ganaron las ganas de tomarnos unos mates, lo preparamos y disfrutamos un ratito en el patio. A eso de las 8 fuimos caminando hasta la calle Balcarce, zona repleta de bares, peñas, boliches. Buscábamos algo folklórico, así que después de pasar por la puerta de cada una para ver qué había, nos decidimos por Aruma (significa “noche” en lengua aymara). Cena y show: comimos unos tamales, humitas y empanadas, acompañando todo con un riquísimo vino. Más tarde postres regionales y cerveza… Todo mientras disfrutábamos de dos espectáculos musicales, con bailarines y todo. Bien "machaditos", volvimos al hostal, apenas pasada la medianoche…

viernes, marzo 12, 2010

Movement

Una piedra en el zapato con gusto,
porque un tropezón no es caída…
Voy por más, mucho más.
Arriba,
un paso en la montaña
no es simplemente un paso más.