miércoles, marzo 31, 2010

DIA 11: Otro día en Maimará

Un día más con sol y ni una sola nube, ni siquiera una minúscula. Desayunamos en el hostel y después juntamos todas nuestras cosas para mudarnos de hospedaje. Nuestro compañero se mudaba con nosotros, a otra habitación, ya que le habíamos comentado de nuestro descubrimiento.
Era una mañana para caminar, así que de entre todas las actividades que había, elegimos ir a ver las Quintas de San Pedrito. Era una caminata breve, muy descansada y muy linda. Es un placer enorme ver los enormes cultivos con los cerros coloridos de La Paleta del Pintor en el fondo. En menos de una hora, ya estábamos regresando al hospedaje, donde nos pusimos a lavar ropa (ya era hora), colgándola en la cuerda del patio. Minutos más tarde nos pusimos a cocinar un arroz con cebolla. Menos mal que empezamos temprano porque la garrafa tiraba un hilo de gas, y tardó dos horas en cocinarse!
Debido a la demora del almuerzo, nuestra siesta se redujo a 30 minutos. Después nos preparamos para ir caminando hasta el Cementerio y luego al Puente Natural.
Subimos por la calle principal, girando luego a la izquierda, hacia la ruta 9. Allí, al lado de la ruta, se encuentra el pintoresco cementerio de Maimará, enclavado en el cerro. Pasando el cementerio, cruzamos la ruta y el camino se abre para ir al Antigal Iruyito o al Puente Natural. Para ir al Puente Natural, el camino es una subida suave pero constante, sin posibilidad de sombra. En total, desde que comenzamos a caminar, tardamos 1 hora en llegar al lugar. Es posible que con algo de nubes y menos calor, se tarde un poco menos.
Las piedras pintadas de blanco van marcando el camino hacia el puente… Hasta que en una curva del caminito de piedras, el paisaje se abre por el maravilloso puente creado por el viento y los años de desgaste de la piedra. A la vuelta, cuando se retoma el camino por el cual vinimos, se ve de frente la Paleta del Pintor, iluminada completamente por el sol de la tarde que realza todos sus colores.
Al llegar al hospedaje conocimos al dueño de casa, con quien nos quedamos charlando mucho tiempo, sobre todas sus excursiones, algunas de varios días en la montaña, por casi todo Jujuy: la quebrada, las yungas. Nuestro compañero llegó de su paseo y se sumó a nuestra charla, luego el casero trajo su notebook y nos mostró toneladas de fotos sobre todo lo que nos había contado. Impresionantes! Cuando nos dimos cuenta, era la hora de ir a cenar. Con nuestro amigo nuevo y recomendados por el dueño de casa, fuimos a una cuadra de allí a comer al comedor “El Amigazo”. Por muy poco dinero cenamos un plato rebosante de guiso de fideos y sopa de avena. Muy rico, algo picante.
Cuando salimos de ahí, ya no hacía tanto frío. Volvimos al hospedaje y nuestro compañerito tuvo problemas para abrir la puerta de la habitación. Tuvimos que pedirle ayuda a quienes nos hospedaban, pero tampoco pudieron abrirla. La cerradura estaba trabada, probamos todos con dos copias de la llave, probaron también con una barreta, destornillador haciendo palanca, taladro y hasta trajo la amoladora por si hacía falta. Vino hasta el perro de la familia, a ver si podía ayudar en algo, y nos miraba con cara de susto y salía corriendo. Mientras todos jugábamos a ver quién lograba abrir la puerta, el dueño de casa nos contaba que esa vivienda tenía más de 100 años, que antes de que ellos llegaran pasaba mucho tiempo cerrada durante el año. También nos contó que cuando él llegó a instalarse con su familia, la perra pasó varios días asustadiza, se paraba en el medio del patio ladrándole a la nada, bajo la parra, como si hubiera alguien al fondo. Justo después de esos comentarios de cuento de terror, enchufaron el taladro al alargue, saltó una chispa que hizo saltar la térmica y de repente nos quedamos todos a oscuras en el patio… Fue muy cómico, parecía cosa de Mandinga, todos pensando “lo que faltaba!”. Por suerte no hizo falta usar la amoladora y destruir media puerta. Después de varias destrucciones a la cerradura y al marco de madera, finalmente se destrabó y se pudo abrir!
Como la noche estaba preciosa, el cielo se caía de estrellas y ya no hacía casi frío, los tres salimos de la casa y nos fuimos a charlar un rato a la calle, antes de ir a dormir.

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