martes, marzo 30, 2010

DIA 3: Iruya

Después de una pésima noche gracias al encierro de la habitación sin ventanas, las alergias de ambos, un par de mosquitos ensañados con zumbarme en la oreja y un colchón que nos destruyó la columna… gracias al cielo salimos a la calle.
Se veía con más vida Humahuaca un lunes… Compramos queso de cabra en el mercado y fuimos a la plaza frente a la terminal a desayunar unos mates y galleta con queso de cabra. Delicioso desayuno. Mientras tanto, esperábamos la hora de partir a Iruya. Después de haber usado la lima del alicate para cortar el queso, decidimos que era muy trabajoso y fuimos a comprar un cuchillo, además de otras cositas de necesidad básica. Por último, tras esperar que el ferretero se levantara y abriera su ferretería, conseguimos un adaptador para el cargador de batería de la cámara.
Alrededor de las 11 ya estábamos en camino hacia Iruya. Al rato de comenzar el viaje hicimos una parada en el pueblo de Iturbe, a unos 40 km de Iruya. Los paisajes del camino eran increíbles, sacamos pilas de fotos. Sentí un leve dolor de cabeza seguramente por la altura (por el camino se pasa por Abra del Cóndor a 4000 msnm), pero masqué un poco de hojas de coca y se me pasó enseguida.
Las 3 horas de viaje se nos pasaron volando. El colectivo nos dejó en una bajada del camino, a 2 km del pueblo. Algunas camionetas llevaban gente por algunos pesos, pero nosotros preferimos caminar y disfrutar del paisaje a nuestro propio ritmo, aunque tuviéramos las mochilas. Casi media hora después, llegábamos al pueblo, subiendo la cuesta que es su entrada. Ahí una chica nos ofreció hospedaje – Hospedaje Jazmín, a 2 cuadras de la Iglesia - y nos llevó a conocer la habitación. Nos gustó, estaba todo super nuevo, y decidimos quedarnos ahí.
Dejamos todas nuestras cosas yo nos dimos una ducha reparadora... No tan reparadora para mí, porque como salía apenas un hilo de agua caliente de la ducha eléctrica, me lavé el pelo con agua helada en el patio. Se me congeló el cerebro por unos momentos… Salimos a recorrer un poco. Después de la noche de mal dormir y lo empinado de las calles de Iruya, se me hacía difícil pasear sin agitarme. Al rato, volvimos a nuestra habitación y nos tiramos un rato a descansar. Alrededor de las 8 de la noche, emprendimos la búsqueda de un lugar donde comer… Cenamos en el Comedor de Tina, una señora divina y que cocina como los dioses, que a cada cosa nos decía “gracias”, como si le estuviéramos haciendo favores. Comimos tamales de entrada, tortilla de quinoa con papas andinas y cazuela de cordero, platos que compartimos para probar todo. Unas porciones enormes!!! … Qué bien dormimos esa noche!

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