jueves, marzo 13, 2008

VACACIONES: DIA 3

18 de Febrero
Purmamarca a la mañana – Jujuy

Nos levantamos relativamente temprano y desayunamos en la puerta, con dos chicos que eran nuestros vecinos. Mate va, mate viene (cerveza para algún resacoso…), partimos luego los cuatro del grupo estable al Paseo de los Colorados. Este camino comienza por el Cementerio de Purmamarca, también lugar pintoresco por las típicas flores artificiales de mil colores que colocan en las tumbas y porque se ubica en subida al cerro. Son unos 3 km rodeando el pueblo, recorriendo parte del lecho de un afluente del río Purmamarca. Desde la huella se puede ver primero el Cerro El Colorado, luego el Cerro de los Siete Colores y finalmente, apenas antes de volver a entrar al pueblo, el Cerro El Porito, mirador natural de Purmamarca. Como hacía calor y el sol no pensaba aflojar, a la bajada del mirador, compramos fruta y bebida fresca para levantar la tarde, ahí mismo, en el cordón de la vereda de nuestro hospedaje. Un ratito después, preparamos nuestras cosas, hicimos tiempo en la plaza central, comimos unos sanguchitos y nos tomamos el micro hacia Tilcara.

Tilcara – Jujuy

Tilcara fue nombrado así por los indígenas del mismo nombre que la habitaron, parte de los omaguacas, y que construyeron allí la fortaleza más importante del lugar. El pueblo se asienta a orillas del río Huasamayo (también se puede leer en algunas partes, Guasamayo). Desde 1593, se dieron al mismo tiempo la encomienda (a manos de Francisco de Argañaraz, fundador de San Salvador de Jujuy) y el cacicazgo (herederos de Viltipoco, cacique de los Omaguacas). En los últimos años, Tilcara se convirtió en centro turístico para gente de todo el país e incluso extranjeros.
Con la ventaja de haber visitado antes (al menos yo), nos dirigimos sin dudar al hospedaje La Rosa, a 2 cuadras de la Terminal. Su dueño nos informó que justo ese día el paseo al Pucará era gratuito, entonces nos apuramos y fuimos. Nos perdimos un poquito de camino al Pucará, pero en seguida terminamos bordeando el río Grande (o casi caminando en él) para alcanzar el puente.

Al fin llegamos. Allí, a más de 2500 m sobre el nivel del mar, los antiguos indígenas tilcara, construyeron este fuerte de 15 hectáreas hace más o menos 900 años, de manera escalonada sobre el cerro. De esta manera (y cuando uno sube se puede dar cuenta de ello), podían ver fácilmente a sus enemigos acercarse y prepararse para enfrentarlos, protegidos por la altura, por los cerros circundantes y los ríos. También era un punto estratégico para la dominación de los cruces de caminos más importantes en aquella época. El Pucará fue descubierto en 1908 y luego de sucesivas investigaciones y excavaciones, los trabajos pasaron a manos de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, bajo cuyo mando se terminó de reconstruir en 1948, lo que sus descubridores habían comenzado. Es gracias a toda esta gente, que figura en el “monumento homenaje” en lo más alto del cerro, que hoy podemos visitar e imaginar tan perfectamente la vida prehispánica allí. Originalmente se han contado hasta 900 viviendas o espacios similares. De todas ellas hoy están reconstruidas con la mayor fidelidad posible 50, a las que se suman un templo, sepulcros (huecos de piedra en el suelo), corrales para llamas, un taller y los caminos y murallas de la entrada. El Pucará se divide en barrios o sectores: el de la Entrada (la parte fortificada y también algunas viviendas), el de la Iglesia (el templo y sus sectores dedicados a la adoración) y el del Monumento (viviendas y corrales). Subiendo por los caminos tradicionales hacia la izquierda, si uno presta atención, se pueden ver montículos de piedras y adobe, casi formando paredes, dividiendo espacios, y en sus centros, montañas de barro y paja… Estas son las construcciones originales que no fueron reconstruidas, las piedras que formaron sus paredes, sus techos caídos, los cactus proliferando en el medio de todo… Quizás sea más difícil de imaginar cómo haya sido aquella casa, por dónde entraban sus habitantes o dónde comían, pero vale la pena acercarse e intentarlo. Nota importante: no conviene ir en alpargatas o sandalias, más vale unas buenas zapatillas que se banquen las espinas de los cactus.
Nosotros no teníamos demasiado tiempo (pues el Pucará cierra sus puertas a las 18), pero a los pies del cerro funciona un museo (y hay quienes dicen que el de la ciudad de Tilcara, el Museo Arqueológico, es imperdible… no tuve el gusto aún, pero ya habrá momento) y también un jardín botánico de altura, con plantas típicas de la región del altiplano. Sí… cactus de todas formas, tamaños y colores… Para hacerlo con tiempo y no perdérselo.

Volvimos al hospedaje. Intenté dormir un ratito, después de unos mates, pero estaba tan extremadamente pasada de cansancio que no pude! Me mantuve acostada todo lo que aguanté. Pero no fue mucho. Minutos después me reactivé y salí a caminar por Tilcara con mi hermana. Pronto se hizo la hora de cenar y saciamos nuestro antojo de milanesas napolitanas con papas fritas, en una peña restaurant. Zarpados platos que desbordaban comida, nada económico… pero riquísimo! Paseamos después de comer un rato más, los chicos buscaban bar para cervecear un poco, se largó a llover, y yo me fui a dormir… Era más o menos la 1 de la mañana.

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