viernes, marzo 14, 2008

VACACIONES: DIA 10

25 de Febrero
Salar de Uyuni - Bolivia

Esta vez sí desayunamos en el hostel, con té, pan, manteca y dulce… Luego salimos con los chicos agregados y un colombiano, hacia el Salar, previo paso por el Cementerio de Trenes, donde vimos y trepamos antiguas maquinarias oxidadas de viejos trenes. Hoy el cementerio ferroviario se ha convertido en otro gran atractivo turístico para los visitantes extranjeros. La gran mayoría de lo que se puede ver allí son locomotoras, o restos de vagones, casi todos de trenes ingleses de principios de siglo – los primeros en utilizarse. Impresionante ver las vías interminables hacia la nada, los montículos de chatarra y el sonido del viento entre los hierros cubiertos de óxido, abandonado todo a la merced del tiempo, cuando se dejó de utilizar el carbón como combustible. Admirablemente desolador y nostálgico paisaje a 3.400 y pico de metros de altura sobre el nivel del mar.

Llegamos al Salar… ya al primer vistazo, las palabras que se me venían a la cabeza no eran suficientes para expresar la impresión vivida. Hoy que intento describir algo, vuelvo a pensar lo mismo. No voy a ser capaz de exponer en estas líneas ni un poquito de lo que experimenté y que permanecerá en mi memoria visual por años y años. Tal vez, para siempre. Sus 10.000 km2 de extensión, a 3.650 metros de altura, son los restos de un gigantesco mar, cuando casi toda la superficie terrestre aún estaba cubierta por agua salada. Con varios lugares de espléndida vista, como Laguna Colorada, Laguna verde, volcanes y geisers, representa lo más atractivo del sur boliviano y una de los puntos turísticos más hermosos del mundo.


No pudimos hacer la excursión de 3 días en la que se recorre la mayor parte del salar, pero lo que vimos de todos modos nos impresionó. Paramos primero a ver dos pequeños museos de sal, con artesanías y puestos de feria afuera. Volvimos a subir a la camioneta, ya entrando más, y luego paramos al lado del Hotel de Sal, a almorzar. Un rico arroz con vegetales y pollo, aunque poco abundante para los que éramos. Recorrí lo más que pude, con los ojos detrás de los anteojos de sol para poder ver, con sandalias para no lastimarme los pies con los cristales que se habían formado. Había llovido hacía muy poquito y el salar era casi todo completamente agua.

Empezamos a pegar la vuelta un par de horas después de comer, y viajamos en el techo de la camioneta, para disfrutar más la vista. Fue excelente. Al llegar nuevamente a Uyuni, ya no teníamos demasiado que hacer. Mi hermana y yo nos lavamos los pies en palanganas en la terraza del hostel y salimos para ir a comer algo. El almuerzo nos había llenado sólo el agujero de las muelas. Paseamos por la ciudad, sacamos pasajes para Tupiza la mañana siguiente a las 6, un poco de llamados, Internet y volvimos a comer, esta vez, para la hora de la cena. A dormir temprano… había que madrugar!

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