miércoles, abril 15, 2009

DIA 8: DIA DE RELAX

Nos levantamos alrededor de las 8.00 y bajamos a desayunar. No tenemos tanta variedad de comida como en Abraão, pero tomar un café con la vista perdida en el mar, digamos que suma unos cuantos puntos. De todos modos, comimos de todo un poco, dulce y salado, como siempre.

Después de algunas averiguaciones, salimos con un pequeño bolso hacia Lagoa Verde, por una trilha poco señalizada y repleta de insectos famélicos. Tan poco señalizada, que a pesar de las claras indicaciones que nos habían dado, no llegamos. En un momento el camino se dividía en 3, seguimos un poco uno de los caminos y terminamos en propiedad privada. Lentamente retomamos el principal, e íbamos a seguir otro de los caminos pero… resulta que no habíamos llevado agua, elemento que se estaba volviendo esencial en aquellos momentos en que el calor nos estaba ahogando. Así que, algo frustrados, pegamos la vuelta. En compensación por el final trunco de nuestro paseo, fuimos recompensados al ver una pequeña ardilla en el camino, que nos vio llegar, y después de unos segundos en que tanto ella como nosotros permanecimos inmóviles y sorprendidos, subió a toda velocidad a los árboles. La seguimos con la vista un poco más, pues no se escondió, sino que desde allá arriba nos miraba curiosa, tal como nosotros a ella.

Apenas llegamos a la playa grande, justo detrás de una enorme roca, vimos que el mar traía un cangrejo bien grande y rojo. Lo vimos caminar unos segundos sobre la arena, y luego volvió a irse con la ola siguiente. Seguimos caminando un poco más y finalmente nos tiramos bajo la sombra de una palmera, frente a lo de Tony Montana. Tomamos una guaraná bien fría, comimos nuestros snacks de cebolla y nos dimos un hermoso chapuzón en el mar.

De camino, paramos una vez más, en Bar da Nena, un lugar muy pintoresco. Tomamos unas cervezas, mientras veíamos que llegaban a Araçatiba unos músicos, que ahí mismo en ese bar, comenzaron a juntar mesas y a consumir grandes cantidades de alcohol.

Al final volvimos a nuestra posada, donde comentamos con el dueño, cómo nos habíamos perdido. Mientras almorzábamos unas papas fritas con rabas, Gabriel arreglaba con el hijo, a ver si esa misma tarde nos podía llevar hacia Lagoa Verde. Luego de almorzar y ver cómo el día se iba poniendo nublado, arreglamos con él para salir al día siguiente, por la mañana.

Disfrutamos una siesta y más tarde salimos a caminar por la playa grande. Nos detuvimos en la pousada Encanto da Ilha, en el restaurante. En una mesita frente al mar, tomamos unas cervezas y un delicioso jugo de abacaxi.

Caminando por la playa, en el camino de vuelta a la posada, vimos que estaban armando una pequeña tarima, con bancos y sillas de espaldas al mar. La música que sonaba por unos parlantes indicaba que se trataría de alguna celebración religiosa. Luego de la ducha ordenamos un poco, descansamos otro poco y luego bajamos a cenar.

La cena fue bestial y abundante: pescado a las brasas acompañado de ensalada, arroz, feijão, farofa (harina de mandioca tostada o frita en el mismo aceite de la comida) y un caldo con camarones. Cuando terminamos, no nos podíamos ni mover. Después caminamos un cachito por la playa, pero volvimos enseguida, mientras escuchábamos los efusivos cantos y rezos de la celebración más allá. Casi todos los restaurantes de las posadas estaban cerrados. Volvimos con Gabriel, le compramos unas latas de cerveza y un agua grande, y subimos a disfrutar de nuestro balcón. Mientras hacíamos tiempo esperando digerir un poco antes de acostarnos!

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