lunes, abril 06, 2009

DIA 6: LICUADORA MARINA

Poco después de las 8 ya estábamos levantados, desayunados y listos para salir. Al lado de nuestra posada alquilamos unas máscaras de snorkel y partimos hacia el muelle, ya que debíamos estar a las 9.30 para saber si salía el paseo “Super Sul” que habíamos contratado en “Agua Viva”. Tuvimos suerte pues era un hermoso día.

A las 10.15 ya pudimos subir a la escuna, antes pasando por otras tres escunas para llegar a la nuestra. Fue el barco más grande en el que hicimos un paseo.

Salimos del muelle. Pasamos por Abraaozinho y encaramos hacia la Ilha Jorge Grego. Tardamos aproximadamente una hora y media en llegar. Pasamos por el Farol da Ponta dos Castelhanos y también vimos una piedra enorme que daban en llamar Pedra da Baléia (por su forma similar a una gran ballena). El barco daba unas grandes sacudidas, justo después de pasar por la piedra de la ballena, pues esa zona es mar abierto (cuando continúa un océano).

Finalmente llegamos a Ilha Jorge Grego, en una parada para mergulhar, sin desembarcar pues no había playa. Luego de luchar contra mi máscara de snorkel, pudimos ver unos cuantos peces de diferente tamaño y colores, y más tarde volvimos a subir al barco.

Otra vez las sacudidas del mar, unos 40 minutos hasta llegar a Dois Rios, una hermosísima playa grande, en la que desembocan dos ríos, uno en cada extremo. La escuna se detuvo cerca de la playa pero antes del rompimiento de las olas. Así es que tuvimos que nadar (ayudados por los “espaguetes” flotadores, quien quisiera) hasta la orilla, un trecho grande aunque no demasiado. Mientras tanto, nuestras cámaras de fotos viajaban en el bote a motor de la escuna, junto con aquellos que no supieran o no quisieran nadar todo eso. Nuestros sandwiches para armar, quedaron en el barco.

Había sido un viaje muy movido y ahora el sol terminaba de freír nuestros cerebros, así que buscamos al menos una leve sombra mientras nos refrescábamos en uno de los ríos. Después de un minúsculo descanso, caminamos casi hasta llegar al otro río.



Pasamos por enfrente del antiguo presidio. Tuvimos la intención de acercarnos pero descalza se me complicó bastante, pues había mucha vegetación espinosa. Dimos media vuelta regresando al punto de encuentro, donde subiríamos a la escuna.

Aquí se juntaban todos, para subir al bote a motor, y finalmente al barco. Pudimos armar nuestros sandwiches y lo comimos a duras penas, largamente zamarreados por las enormes olas. Para quien no estuviera acostumbrado a viajar con tanto movimiento, o a pasarse el día en el agua, la experiencia se estaba haciendo difícil.

Pasaron cerca de 20 minutos, hasta que llegamos a Caxadaço, playa de 15 metros de largo, antiguamente utilizada por piratas para esconderse y aprovisionarse. Apenas uno llega, comprende exactamente por qué razón la utilizaban de este modo: es notable cómo la playa no se ve hasta casi estar entrando en ella. Había también grandes piedras a un costado, donde todos trepaban para sacar fotos. Nosotros mergulhamos un poco, pero de trepar piedras no tuvimos muchas ganas. El sol ya estaba bajando su intensidad, y el agua estaba fresca. Por esto, pronto estuvimos arriba del barco una vez más.

La última parada de nuestra excursión fue sobre un lado de la gran Lopes Mendes, para otro rato de mergulho bajo el cielo que ya comenzaba a nublarse. Nosotros ya teníamos muy pocas ganas, además de que nos había dado un poco de frío, así como otras personas que también quedaron en la escuna por esas razones o porque se sentían mal por el viaje. Pero hubo quienes, emocionados por la probabilidad de ver tortugas marinas, no lo pensaron mucho y saltaron a nadar.

Un hombre de la tripulación del barco, que anteriormente había jurado y perjurado que allí veríamos las esperadas tortugas, se lanzó en búsqueda de alguna, frente a al poco éxito de los pasajeros. Lamentablemente para el pobre animal, encontró una y no tuvo mejor idea que acercarse al barco, tortuga en mano, levantándola en alto como si fuera un trofeo, para que todos pudieran sacarle fotos. A pesar de la emoción de muchos, fue muy triste ver cómo la asustada tortuguita cabeceaba y movía desesperadamente las aletas, intentando volver al agua. Cuando finalmente la soltaron, se alejó de nosotros a gran velocidad. Sinceramente creo que no hay necesidad de molestar de esta forma (o de ninguna otra) a un animal, por el simple hecho de agradar a un grupo de turistas, para que tengan su foto del animalito exótico… Este tipo de actitudes nos aleja cada vez más de la conciencia ecológica que deberíamos tener, si en verdad nos interesara conservar un paraíso como Ilha Grande o cualquier otro. La observación de animales en su hábitat natural, el aprendizaje y el placer obtenido de esto, es perfectamente posible, pero evitando un contacto abusivo que pueda dañar o traumatizarlos de algún modo y conservando el mayor respeto por la naturaleza. Un respeto que durante muchos años, incluso hasta el día de hoy, lamentablemente no resulta fácil de encontrar en todas las personas.

Una vez que estuvimos todos nuevamente arriba de la escuna, pegamos la vuelta hacia Abraão. Esta vez el barco se sacudió todo lo posible, era como viajar en una coctelera o licuadora. Muchas personas se sintieron mal o mareados, ya que la escuna se movía de adelante hacia atrás, de un costado a otro, y no era nada fácil mantener el estómago en su lugar… Durante una hora, aproximadamente, viajamos así. Por suerte no me sentí mal, aunque de todos modos se tornaba molesto viajar tanto tiempo a los sacudones.

Al fin llegamos a Abraão, pisamos tierra firme después de un largo viaje, ya que llegamos a las 18.30. Fuimos directo a darnos una tranquilizadora ducha en la posada, pero antes compramos los pasajes en el mismo puesto “Agua Viva”, para retornar al continente mañana, a Angra dos Reis. De esta manera podríamos visitar el otro poblado que nos interesaba: Araçatiba.
Salimos por Abraão, intentamos hablar por teléfono pero no había conexión con el satélite, y no pudimos. Fuimos a despedirnos de nuestro restaurante preferido, Pizzaria da Praia, y cenamos filet de pollo. Luego paseamos un poco, compramos algunas cosas más. Vimos un caracol enorme y tuvimos que ayudarlo a llegar a las hojas, pues estaba justo en medio del paso de la gente, en plena oscuridad! Estábamos tan mareados por el largo viaje en barco, que sentados inmóviles sentíamos que todo se movía a nuestro alrededor. Por eso nos fuimos a dormir temprano esa noche, ya que al día siguiente nos esperaban más viajes.

No hay comentarios.: