miércoles, abril 15, 2009

DIA 7: AL OTRO LADO DE LA ISLA

Luego de una noche agitada por las olas imaginarias de los sueños, nos levantamos muy temprano. A las 7.00 ya estábamos saliendo de la posada, con todas nuestras cosas. Compramos agua y unas galletitas, y nos quedamos en el muelle, esperando subir al barco que nos llevaba hasta Angra dos Reis. Con mucho sueño, fue una larga hora y media de viaje, en el que nos sirvieron un sorbito de café negro. Más barco, pero se aguantaba bien.

Llegamos a Angra, después de dar varias vueltas, sin saber dónde encontrar un barco que nos llevara a Araçatiba, volvimos al muelle en el que habíamos desembarcado (el de pescadores). Todos los barcos que iban hasta allí habían salido más temprano, apenas media hora antes de nuestra llegada. Parecía que íbamos a tener que esperar hasta el mediodía para que alguien pudiera alcanzarnos; ya habían pasado 2 horas desde nuestra llegada al continente. Después de tener a todo el muelle de pescadores informado sobre nuestras intenciones de viaje, conseguimos, gracias a un pescador amigo que encontró un barco para nosotros, un pequeño barquito pescador que ya estaba saliendo. Pastel en mano, subimos contentos.

Una hora después, disfrutábamos de nuestra primera vista de Araçatiba. Pagamos nuestro viaje (R$ 20 cada uno) y desembarcamos. Por recomendación de nuestro amigo pescador de Angra, nos hospedamos en la Pousada do Gabriel. Bien simple, sin ningún lujo ni nada parecido, Don Gabriel nos dio un cuarto enorme, con otras dos camitas, y un hermoso balconcito que daba al mar, con hamaca y todo. No tiene frigobar ni lugar donde poner ropa, aunque nosotros usamos las camas y los dos percheros. Nos dio un pequeño ventilador de pie, pero la brisa marina es más que suficiente la mayoría de las veces. La tarifa de R$ 120 nos incluye también el café da manhã y una comida (elegimos la cena).

Ahí mismo en la posada, una vez que desparramamos todas nuestras cosas por el cuarto, bajamos a almorzar unas riquísimas rabas con salsa. Después fuimos caminando hacia Araçatibinha, en una trilha corta y sin esfuerzo. Mientras caminábamos íbamos viendo otras posadas y campings (todos en lugares un poco más incómodos para llegar, mucha pendiente).

Araçatibinha es una pequeña playa de arena gruesa y anaranjada, que apenas tiene un muelle con plantas crecidas en todas partes, y un parador abandonado. Además había una estructura de madera, alguna vez flotante, evidentemente abandonada también. Nos tocó compartir la playa con una mamá y niños que saltaban desde el muelle, y los cangrejitos de siempre que merodeaban por allí. Nos bañamos un rato, el agua es cálida y bastante transparente, una pena que nos tocara un día en que había mucha suciedad (natural, de vegetación) llevada por el mar.


Un poco más tarde volvimos a la posada, dedicamos una hermosa siesta a la tranquilidad que nos rodeaba, nos duchamos y salimos a caminar, esta vez hacia el otro lado. Hicimos nuestra parada en lo de Tony Montana, donde tomamos unas cervezas mirando el mar. Allí había otros turistas argentinos, los primeros que veíamos hasta ese momento. En Araçatiba no hay demasiada gente por el momento, desde lejos se nota que es un lugar donde hay muchísima tranquilidad. Un placer haber venido acá después de Abraão, y no haber hecho al revés.

Volvimos a la posada para la hora de la cena. Nuestro menú: ensalada (lechuga, tomate, pepino, huevo, jamón, etc), pescado frito con papas, arroz y feijão. Muy rico. Mientras, veíamos cómo las lagartijas salían también a cenar, cerca de la luz. Después intercambiamos unas cuantas palabras en portuñol con el dueño y su hijo (que más o menos rondaba nuestra edad). Les compramos un agua para la noche y subimos a nuestro cuarto. Aún no eran las 9.00 pero nosotros estábamos muy cansados de las vueltas y viajes del día… Dormimos acunados por el sonido del mar, algo impagable.

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