Llegamos a Ezeiza con casi tres horas de anticipación a nuestro horario de vuelo, pues no conocíamos el aeropuerto y queríamos recorrerlo un poco. Desayunamos ahí mismo (el desayuno más caro de nuestras vidas), un café y un tostado.
Subimos al pequeño avión de Gol. El vuelo fue muy bueno, arriba nos dieron un sandwich y unas bebidas a cada uno. Disfrutamos mirando por la ventanilla. Hizo conexión en Sao Paulo, y a partir de allí se puso muy movido e inestable el viaje, pues había muchísimas nubes y algo de lluvia. Bastante incómodo para nuestros desacostumbrados estómagos. De todas formas, luego de aproximadas 3 horas, desembarcamos en el aeropuerto de Rio de Janeiro.
Rio nos recibió con esas lloviznas finas pero constantes, mucho calor y una terrible humedad, por supuesto. Un pequeño micro nos llevó al interior del aeropuerto, donde buscamos nuestro equipaje. A la salida estaba esperándonos el conductor del transfer de Angratours que ya habíamos contratado en Buenos Aires. Nuestro primer contacto con el idioma en su forma habitual: no entendíamos nada, tuvimos que preguntarle todo dos veces.
Finalmente, aproximadas tres horas después, y pasando antes por un parador de ruta a comprar unos snacks para el camino, llegamos a la calurosa Angra dos Reis ya sin luz diurna, alrededor de las 18:30. Nos dejó en la posada que habíamos elegido para pasar esa noche, Pousada Tuiuiu. Pagamos el transfer (R$ 320, ida y vuelta para los dos) y nos dirigimos a preguntar por una habitación y sin demasiadas vueltas, tomamos la que se nos ofrecía, por R$ 120 la noche. Pagamos y luego preguntamos dónde podíamos ir a comer, a sabido riesgo de no entender las indicaciones. Caminamos unas siete cuadras por la avenida principal y llegamos a un restaurant lindo en una esquina, Botequim Santa Luzia. Tomamos unos ricos y fríos chopps y comimos un excelente Combinado Santa Luzia (pollo y cebolla a la plancha, con mandioca frita).
De vuelta en la posada, eran cerca de las 9 de la noche, ya muy tarde para tanto trajín de viajes. Nos dimos una fresca ducha, vimos un poco de Shrek con subtítulos en portugués y nos dispusimos a dormir. A pesar de lo cansados que estábamos, no dormimos nada bien aquella primera noche en Brasil, pues en Angra no refresca ni siquiera de noche, y por si eso fuera poco el aire acondicionado del cuarto (sin ventilador) hacía un ruido infernal.
Subimos al pequeño avión de Gol. El vuelo fue muy bueno, arriba nos dieron un sandwich y unas bebidas a cada uno. Disfrutamos mirando por la ventanilla. Hizo conexión en Sao Paulo, y a partir de allí se puso muy movido e inestable el viaje, pues había muchísimas nubes y algo de lluvia. Bastante incómodo para nuestros desacostumbrados estómagos. De todas formas, luego de aproximadas 3 horas, desembarcamos en el aeropuerto de Rio de Janeiro.
Rio nos recibió con esas lloviznas finas pero constantes, mucho calor y una terrible humedad, por supuesto. Un pequeño micro nos llevó al interior del aeropuerto, donde buscamos nuestro equipaje. A la salida estaba esperándonos el conductor del transfer de Angratours que ya habíamos contratado en Buenos Aires. Nuestro primer contacto con el idioma en su forma habitual: no entendíamos nada, tuvimos que preguntarle todo dos veces.
Finalmente, aproximadas tres horas después, y pasando antes por un parador de ruta a comprar unos snacks para el camino, llegamos a la calurosa Angra dos Reis ya sin luz diurna, alrededor de las 18:30. Nos dejó en la posada que habíamos elegido para pasar esa noche, Pousada Tuiuiu. Pagamos el transfer (R$ 320, ida y vuelta para los dos) y nos dirigimos a preguntar por una habitación y sin demasiadas vueltas, tomamos la que se nos ofrecía, por R$ 120 la noche. Pagamos y luego preguntamos dónde podíamos ir a comer, a sabido riesgo de no entender las indicaciones. Caminamos unas siete cuadras por la avenida principal y llegamos a un restaurant lindo en una esquina, Botequim Santa Luzia. Tomamos unos ricos y fríos chopps y comimos un excelente Combinado Santa Luzia (pollo y cebolla a la plancha, con mandioca frita).
De vuelta en la posada, eran cerca de las 9 de la noche, ya muy tarde para tanto trajín de viajes. Nos dimos una fresca ducha, vimos un poco de Shrek con subtítulos en portugués y nos dispusimos a dormir. A pesar de lo cansados que estábamos, no dormimos nada bien aquella primera noche en Brasil, pues en Angra no refresca ni siquiera de noche, y por si eso fuera poco el aire acondicionado del cuarto (sin ventilador) hacía un ruido infernal.
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