jueves, septiembre 19, 2013

MAIMARA - Lunes 15/8

El Toreo de la Vincha

Nos levantamos cerca de las 6. No me sienta madrugar... Sentí la presión muy baja y apenas pude desayunar con un mate de coca y comí poco y nada para no tener el estómago vacío. A eso de las 7 ya estábamos en la calle, en plena oscuridad y algo de frío, subiendo a un taxi hacia Tilcara. Llegamos a la terminal de ómnibus con la luz del sol, y esperamos un rato por el Panamericano hacia Abra Pampa, a ver el famoso Toreo de la Vincha.

Como es un evento multitudinario en la Quebrada, los micros estaban abarrotados de gente y tuvimos que viajar de pie el trayecto de una hora hasta Humahuaca, donde tuvimos mucha suerte y pudimos sentarnos. Dos horas más tarde bajamos en Abra Pampa y mi marido divisó en microsegundos un micro que iba a Casabindo ($14 c/u). Fue un gol desde mitad de cancha, pues ya casi no había lugar y si esperábamos otros micros, podíamos estar como una hora más ahí. Disfrutamos de un viaje bellísimo, conociendo la Puna por primera vez. En el camino pudimos ver muchas llamas y algunas vicuñas en estado salvaje. El paisaje es muy árido y casi todo llano, pero de una belleza inexplicable e infinita.

Nota: Mucho cuidado con las patinadas quienes van en sus propios vehículos, ya que el camino, si bien es mayormente de ripio, tiene áreas en las que hay mucha arena. Lamentablemente, casi todos los años hay algún accidente por este tema, y suele tratarse de turistas que desconocen las características del camino.

Luego de una hora y media más de viaje, ¡finalmente llegamos al lugar del evento! Casabindo es simplemente un puñado de casas, un cerrito al fondo, una iglesia centenaria y su colonial plaza de arena enfrentándola. Adelante del pueblito ya había muchos micros, camionetas y autos estacionados, y montones de gente, puestos de comida (tamales, humitas, empanadas, asado de cordero, choripan) y otros de artesanías. Como teníamos que ir a buscar un buen lugar para ver el espectáculo, dimos una vuelta muy breve, no sin antes comprar el almuerzo: dos choripanes y media docena de empanadas con una gaseosa. Fuimos hasta la última de las gradas, la que enfrentaba la plaza. Allí compramos nuestras localidades por $15 cada uno y almorzamos sentaditos bajo el sol y un cielo inmensamente azul que parecía estar pegado a nuestras coronillas… 

Mientras tanto, en la iglesia terminaba la misa y sacaban a la Virgen de la Asunción en procesión alrededor de toda la plaza. La precedían los sikuris, las cuarteadoras disputándose sus pedazos de cordero, niños disfrazados de caballos y toros, y unos personajes que danzan pidiendo por la lluvia adornados con plumas de ñandú y cascabeles, a los cuales se conoce con el nombre de Samilantes. Todos ellos eran seguidos por más personas cargando otras imágenes de Jesús, otros santos o advocaciones de la Virgen. Pero ella, la de la Asunción era la más hermosa y vistosa, decorada con flores coloridas, cintas celestes y blancas, banderas argentinas, un precioso vestido blanco y manto celeste, todo bordado en dorado, una corona plateada y una negra cascada de pelo natural súper peinado… Yo no soy religiosa, pero debo decir que era una imagen de una belleza impactante.

Una vez terminada la procesión, llevaron a la Virgen al altar nuevamente, mientras comenzaba el espectáculo. Una pareja bailó unas zambas y un gato, Yayo Burgos tocaba el bandoneón (y para variar, no parecía tener ningún apuro en irse del escenario o soltar el micrófono), una banda local de chicos hicieron su música, y al ratito despejaron la plaza y comenzó el toreo.

Vale aclarar, ante todo, que este es el único espectáculo taurino de la Argentina y en él no se daña de ninguna manera al animal. El objetivo del toreo es simplemente un juego: quitarle al toro de entre las astas, una vincha con monedas de plata, que luego ofrendará a la Virgen el que lo logre. El torero no puede tomarse de las astas del animal ni hacer ninguna otra maniobra que pueda hacerle daño o provocarle dolor. Sí, es un espectáculo en el que hay un animal y se juega con él... No es lo ideal, claro... Pero tampoco es de lo peor que hay y los dueños de los toros ceden sus animales para el evento con entusiasmo.

El primer toro de la jornada se llamaba Picasso, un animal joven y algo asustado, al que logró cansar un torero salteño para que otro torero luego lograra sacarle fácilmente la vincha más tarde. El segundo toro fue Coquena, bastante bravo al principio y aunque no pudieron sacarle la vincha, los organizadores pidieron cambio de toro porque se lo notaba muy cansado y el pobre se había arrinconado solo y ya no quería correr. El tercero – y último que vimos nosotros – fue el bravísimo Chapulín, un torazo colorado que muy pronto se convirtió en el favorito de la gente, ya que fue muy difícil sacarle la vincha y estuvo largo tiempo revoleando toreros por toda la plaza.

Para ese entonces, faltarían unos tres toros más, pero no queríamos llegar muy tarde al hospedaje porque el viaje era largo, así que a eso de las 16 nos fuimos a buscar un micro que saliera hacia Abra Pampa. Viajamos en el mismo micro que de ida, por $14 cada uno. En Abra Pampa también encontramos un Panamericano que nos devolvía a Tilcara, pero tardó una media hora en partir.


A eso de las 20 llegamos a Tilcara, compramos algunas artesanías, unas tortillas, y tomamos un taxi a Maimará. Agotados y llenos de tierra, llegamos al hospedaje. Le contamos un poco a Neli sobre la experiencia, nos fuimos a dar una ducha y cenamos en el restaurant de ahí. Pasadas las 22 llegó la hija de Neli, Mónica, a quien habíamos conocido unos días atrás y que también había ido a Casabindo (aunque no nos vimos allá). Compartimos otro poco de charla con ella también, hasta que terminamos la cena. Esa noche era nuestra última noche en Maimará, así que preparamos nuestro equipaje y nos acostamos tarde…

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