martes, mayo 05, 2009

DIA 10: LA PLAYA DE LA PALMERA

Una vez más nos levantamos alrededor de las 8, tomamos el desayuno y preparamos nuestras cosas para la excursión del día. En este día hemos tachado la última playa de la lista de playas que queríamos visitar: Aventureiro.

Llegamos al muelle de Araçatiba a eso de las 9.30, donde atracó un barquito pequeño con dos hombres, quienes estuvieron juntando gente hasta más o menos las 10.15. Nosotros tomábamos sol en el muelle, mientras observábamos los peces que venían en cardumen a alimentarse de los moluscos adheridos al fondo del barco. Después de varias idas y vueltas – los argentinos que el día anterior se quejaron porque no salía el paseo a Aventureiro, esta vez no quisieron ir – y después de charlar un rato con el muchacho que nos llevaría de paseo, zarpamos de Araçatiba, una pareja más y nosotros. Un poco más adelante se sumó otra pareja, que embarcó desde el muelle de la Pousada Cruzoé. Ahí mismo, bajo ese pequeño muelle, había un hombre haciendo snorkel que sacó del agua una enorme estrella de mar, para que otro desde el muelle le pudiera sacar fotos. Nuestro “capitán” del barquito – biólogo marino – le daba instrucciones sobre no dejar a la estrella en casi ningún momento fuera del agua, pues mueren en menos de un minuto… Menos mal!

En el camino fueron preguntando en las playas siguientes (Araçatibinha, Itaguaçu y Vermelha), si alguien más quería subir y hacer el paseo… pero nadie subió. De camino a Praia Vermelha nos mostraron un cultivo acuático, repleto de algas, donde viven cerca de 12 tortugas marinas. Tuvimos la suerte de ver unas cuantas de ellas nadando por ahí, bien cerca del barco. Una de ellas era bien grande! También por ese lugar pudimos observar un gavilán que nos pasó volando cerquita. Precioso!!

En Vermelha se bajó uno de nuestros guías, el padre del que quedó, pues ellos vivían allí. Seguimos rumbo, pasando por otras playas. Disfrutamos mucho el viaje, pues mientras las otras parejas viajaban en la parte de atrás, nosotros nos sentamos al sol, justo delante de la cabina, por lo cual nuestro guía hablaba siempre con nosotros. Pasamos por Provetá y Dos Meros (a la que solo se puede llegar por barco, ya que no existe trilha). Exactamente detrás de Provetá, se encontraba nuestra ansiada Aventureiro.

En un momento del viaje, el guía se asoma desde su cabina y le pide a mi novio si no podía mantener un poco el rumbo mientras él iba al baño. Con poca explicación mediante y muchos nervios, se puso al timón. La cara de pánico inicial está registrada en fotos. Por suerte, pronto vio que era fácil (aunque a lo lejos había grandes olas que chocaban contra las piedras) y el guía regresó a su puesto en breves minutos. Toda una experiencia!

Lentamente nos fuimos acercando al extremo sur de la isla, a la llamada Ponta do Drago. Cuenta la leyenda que allí vivía un inmenso dragón (especie de iguana grande), que en la época de las conquistas, se dedicaba a escupir fuego sobre las embarcaciones que pasaban por allí, produciendo terribles naufragios. Es pura verdad que en aquellos tiempos hubo muchos naufragios, porque allí se chocan las olas contra la piedra y es mar abierto. Cuando el mar está muy bravo, las olas son gigantescas, además de que por esa zona hay muchas piedras gigantes que no se ven pues el mar las cubre y eso también puede llegar a partir un barco. Gracias a nuestra buena estrella, ese día el mar estaba muy calmo y bajo.

Finalmente dimos la vuelta y entramos a la bahía que contiene las cuatro playas que continúan Aventureiro: Praia do Sul, Praia do Leste y Parnaióca. A la izquierda de todas ellas se encontraba Aventureiro, a la vuelta de una saliente. Momentos después la vimos… Desde lejos intentábamos distinguir la palmera loca que sale en todas las fotos de Internet y en todas las postales, hasta que la descubrimos! Desembarcamos en un muelle medio desvencijado (había que mirar bien dónde uno ponía los pies), y seguimos un caminito entre la mata atlántica – tipo de flora que predomina allí – hasta llegar a la playa.

En mi opinión, esta fue la playa más linda de todas las que vi. Nuestro guía nos contaba que casi siempre estaba repleta de turistas, pero se ve que ese día no quiso ir nadie, tuvimos la suerte de encontrarnos con una playa semidesierta, con apenas un puñado más de turistas que probablemente estuvieran acampando allí. Es una playa enorme, de fina arena blanca, donde se puede encontrar sombra fácilmente entre tanta vegetación.

Luego de sacarnos fotos con la palmera loca (casi me pego el golpe de mi vida entre las piedras… y sí, esa soy yo!), buscamos un lugar para comer algo. Todo lo que era similar a un bar o parador estaba cerrado (tal vez por la menor cantidad de gente en esta parte de la temporada), así que tuvimos que caminar hasta el final de Aventureiro. Allí encontramos el Camping de Luis, un lugar muy grande, un camping muy bien equipado y decorado, con hamacas en varios árboles y repleto de vegetación. Ahí comimos una pequeña porción de pescado frito y otra de papas fritas, que terminamos compartiendo con las moscas que evidentemente estaban tan hambrientas como nosotros. Acompañamos con unas cervezas y luego una guaraná. En el suelo pudimos observar el significado del “trabajo en equipo”, mientras unas veinte pequeñas hormigas se llevaban un gran pedazo de pan frito.

Luego de almorzar fuimos a la playa. Al poco rato empezó a nublarse. Al ser una playa del Sur de la isla, el agua tiene una temperatura mucho más fresca, y como había algo de viento y nada de sol, preferí quedarme en la arena. Mientras mi novio disfrutaba de jugar contra las olas, yo me entretuve sacando montones de fotos, a él y a los cangrejitos que había por todos lados. Vimos un pez moribundo en la orilla, al que intentamos salvar antes de que dejara de respirar completamente, pero el pobrecito estaba ya muy débil y no nadaba, por lo que el agua lo volvía a dejar en la arena… Sobrevolaban las garzas y los albatros, queriendo pescar. Estuvimos ahí hasta aproximadamente las 3 de la tarde, cuando ya las nubes no dejaban pasar ni una gota de sol. Todos fuimos enfilando hacia el muelle.

El regreso fue mucho más relajado, tal vez por influencia de unas cuantas horas en ese lugar paradisíaco. Cuando faltaba poco para llegar a Araçatiba, tuvimos que pasarnos a la parte trasera del barquito, pues se había largado a llover. En Vermelha volvieron a hacer el cambio, nos despedimos del hijo y su padre nos llevó hasta la Praia Grande de Araçatiba. Llegamos y llovía mucho más, así que me despedí del mar (era nuestro último día allí) mojando los pies en el agua cálida. Mientras tanto, el barquito del paseo se alejaba, con unos niños tomados de una soga del barco (cual colita rutera) que luego se soltaban y nadaban otra vez hasta el muelle, muertos de risa.

Subíamos el caminito hasta la posada, cuando comenzó a diluviar. Entramos a pedir nuestra llave, completamente empapados y Gabriel nos dijo que esa noche nos prepararía Strogonoff de Lula para la cena. Subimos, nos duchamos, nos recostamos a descansar un ratito y de repente… se cortó la luz en todo Araçatiba. Como estábamos en pleno descanso no nos importó demasiado, pero luego teníamos que bajar a cenar, así que mi novio fue a pedirle a Gabriel unas velas. Justo cuando estábamos por encender una, volvió la luz! Nuestra última cena en la isla fue tremenda, el strogonoff de calamar estaba fatal de delicioso! Le dijimos la verdad: había sido lo mejor que habíamos comido en la isla. Más tarde, después de mirar algunas fotos en nuestra cámara, nos quedamos un rato disfrutando el mar de noche. Luego salimos a comprar los helados de coco más caros de nuestras vidas, y subimos al cuarto a preparar nuestro equipaje.

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