jueves, mayo 07, 2009

DIA 12: HACIA BUENOS AIRES OTRA VEZ

Nos levantamos con tiempo para dejar todo listo y desayunar tranquilos. No dábamos abasto con la cantidad de comida que tenían en ese lugar… Un mínimo de 5 jugos diferentes, también panes diferentes, masas y tortas dulces, jamón y queso, manteca y mermeladas, etc.

A eso de las 11 ya estábamos afuera esperando la camioneta del transfer que nos llevaría a Rio. Esta vez el viaje no se nos hizo tan largo, pero las vueltas para salir de Angra fueron demasiadas para mi estómago matutino, que en los años que lleva vividos jamás pudo acostumbrarse a los viajes en automóvil… Me bajé en el aeropuerto con una espantosa migraña y un mareo fatal. Lo único que conseguimos fue aspirina (carísima) en una farmacia del aeropuerto.

El aeropuerto de Rio de Janeiro es enorme, pero en comparación con Ezeiza, casi no hay locales para recorrer… Nos pasamos las 2 horas anteriores al vuelo, pasando por los mismos lugares una y otra vez. Almorzamos algo en un restaurante de hamburguesas local, Bob’s Burger, muy rico!

Finalmente pasamos con gran velocidad por el free shop, pues a último momento decidieron adelantar el vuelo, y ya casi habían subido todos los pasajeros. Volamos casi todo el tiempo de noche, el vuelo fue muy tranquilo y lo pasamos mirando por la ventanilla las luces de las ciudades… hasta que vimos las luces de Buenos Aires, y sentimos el alivio de llegar al hogar después de unas hermosas y descansadas vacaciones… y a pesar de las ganas de quedarse a vivir en la isla.

DIA 11: ULTIMO DIA EN BRASIL

Esta vez nos levantamos un poco más temprano, alrededor de las 7. Ya le habíamos avisado a Gabriel que íbamos a desayunar más temprano porque nos íbamos, así que estaba todo preparadito a las 7.30, sólo para nosotros. Por suerte, pudimos tomarnos nuestro tiempo.

Esperamos el Sea Blue en el muelle, pues pasaba por ahí a las 9, subimos y viajamos nuevamente a Angra. Por las ventanillas mirábamos cómo nos alejábamos de la isla. Pronto llegamos a Angra, y como se me había ocurrido dejarme las ojotas puestas en lugar de cambiarlas por zapatillas porque hacía calor, me hice unas hermosas ampollas, caminando hacia la posada.

Fuimos a la misma posada que la vez anterior, sólo que esta vez tuvimos más suerte y nos tocó una habitación más grande, con una cama increíblemente cómoda y un aire acondicionado silencioso! Luego de improvisar unos “colchones” de algodón para mis ampollas, nos tomamos un colectivo hacia el centro de la ciudad.

Recorrimos las callecitas pintorescas de Angra, compramos algunos regalitos más, cosas dulces, bolsas llenas de bombones que nos hicieron pensar en la tonta posibilidad de que nos demoraran en el aeropuerto… Almorzamos en un local que servían comida por peso, bastante económico y con buena variedad de comida, sobre una callecita angosta, muy cerca de la iglesia. También volvimos en colectivo, descansamos un poco, nos dimos una ducha y seguimos descansando mientras mirábamos Animal Planet, que terminó siendo el único canal que pudimos ver y entender en portugués.

Más tarde salimos a cenar y regresamos al Botequim Santa Luzia de la primera noche. Comimos un plato de pollo, longaniza y carne, todo a la plancha, con papas fritas. Obviamente, unas riquísimas cervezas. Volvimos a la posada bien temprano, vimos un poco más de tele y nos dormimos, con la ligera depresión y ansiedad de quien sabe que ya está de regreso…

martes, mayo 05, 2009

DIA 10: LA PLAYA DE LA PALMERA

Una vez más nos levantamos alrededor de las 8, tomamos el desayuno y preparamos nuestras cosas para la excursión del día. En este día hemos tachado la última playa de la lista de playas que queríamos visitar: Aventureiro.

Llegamos al muelle de Araçatiba a eso de las 9.30, donde atracó un barquito pequeño con dos hombres, quienes estuvieron juntando gente hasta más o menos las 10.15. Nosotros tomábamos sol en el muelle, mientras observábamos los peces que venían en cardumen a alimentarse de los moluscos adheridos al fondo del barco. Después de varias idas y vueltas – los argentinos que el día anterior se quejaron porque no salía el paseo a Aventureiro, esta vez no quisieron ir – y después de charlar un rato con el muchacho que nos llevaría de paseo, zarpamos de Araçatiba, una pareja más y nosotros. Un poco más adelante se sumó otra pareja, que embarcó desde el muelle de la Pousada Cruzoé. Ahí mismo, bajo ese pequeño muelle, había un hombre haciendo snorkel que sacó del agua una enorme estrella de mar, para que otro desde el muelle le pudiera sacar fotos. Nuestro “capitán” del barquito – biólogo marino – le daba instrucciones sobre no dejar a la estrella en casi ningún momento fuera del agua, pues mueren en menos de un minuto… Menos mal!

En el camino fueron preguntando en las playas siguientes (Araçatibinha, Itaguaçu y Vermelha), si alguien más quería subir y hacer el paseo… pero nadie subió. De camino a Praia Vermelha nos mostraron un cultivo acuático, repleto de algas, donde viven cerca de 12 tortugas marinas. Tuvimos la suerte de ver unas cuantas de ellas nadando por ahí, bien cerca del barco. Una de ellas era bien grande! También por ese lugar pudimos observar un gavilán que nos pasó volando cerquita. Precioso!!

En Vermelha se bajó uno de nuestros guías, el padre del que quedó, pues ellos vivían allí. Seguimos rumbo, pasando por otras playas. Disfrutamos mucho el viaje, pues mientras las otras parejas viajaban en la parte de atrás, nosotros nos sentamos al sol, justo delante de la cabina, por lo cual nuestro guía hablaba siempre con nosotros. Pasamos por Provetá y Dos Meros (a la que solo se puede llegar por barco, ya que no existe trilha). Exactamente detrás de Provetá, se encontraba nuestra ansiada Aventureiro.

En un momento del viaje, el guía se asoma desde su cabina y le pide a mi novio si no podía mantener un poco el rumbo mientras él iba al baño. Con poca explicación mediante y muchos nervios, se puso al timón. La cara de pánico inicial está registrada en fotos. Por suerte, pronto vio que era fácil (aunque a lo lejos había grandes olas que chocaban contra las piedras) y el guía regresó a su puesto en breves minutos. Toda una experiencia!

Lentamente nos fuimos acercando al extremo sur de la isla, a la llamada Ponta do Drago. Cuenta la leyenda que allí vivía un inmenso dragón (especie de iguana grande), que en la época de las conquistas, se dedicaba a escupir fuego sobre las embarcaciones que pasaban por allí, produciendo terribles naufragios. Es pura verdad que en aquellos tiempos hubo muchos naufragios, porque allí se chocan las olas contra la piedra y es mar abierto. Cuando el mar está muy bravo, las olas son gigantescas, además de que por esa zona hay muchas piedras gigantes que no se ven pues el mar las cubre y eso también puede llegar a partir un barco. Gracias a nuestra buena estrella, ese día el mar estaba muy calmo y bajo.

Finalmente dimos la vuelta y entramos a la bahía que contiene las cuatro playas que continúan Aventureiro: Praia do Sul, Praia do Leste y Parnaióca. A la izquierda de todas ellas se encontraba Aventureiro, a la vuelta de una saliente. Momentos después la vimos… Desde lejos intentábamos distinguir la palmera loca que sale en todas las fotos de Internet y en todas las postales, hasta que la descubrimos! Desembarcamos en un muelle medio desvencijado (había que mirar bien dónde uno ponía los pies), y seguimos un caminito entre la mata atlántica – tipo de flora que predomina allí – hasta llegar a la playa.

En mi opinión, esta fue la playa más linda de todas las que vi. Nuestro guía nos contaba que casi siempre estaba repleta de turistas, pero se ve que ese día no quiso ir nadie, tuvimos la suerte de encontrarnos con una playa semidesierta, con apenas un puñado más de turistas que probablemente estuvieran acampando allí. Es una playa enorme, de fina arena blanca, donde se puede encontrar sombra fácilmente entre tanta vegetación.

Luego de sacarnos fotos con la palmera loca (casi me pego el golpe de mi vida entre las piedras… y sí, esa soy yo!), buscamos un lugar para comer algo. Todo lo que era similar a un bar o parador estaba cerrado (tal vez por la menor cantidad de gente en esta parte de la temporada), así que tuvimos que caminar hasta el final de Aventureiro. Allí encontramos el Camping de Luis, un lugar muy grande, un camping muy bien equipado y decorado, con hamacas en varios árboles y repleto de vegetación. Ahí comimos una pequeña porción de pescado frito y otra de papas fritas, que terminamos compartiendo con las moscas que evidentemente estaban tan hambrientas como nosotros. Acompañamos con unas cervezas y luego una guaraná. En el suelo pudimos observar el significado del “trabajo en equipo”, mientras unas veinte pequeñas hormigas se llevaban un gran pedazo de pan frito.

Luego de almorzar fuimos a la playa. Al poco rato empezó a nublarse. Al ser una playa del Sur de la isla, el agua tiene una temperatura mucho más fresca, y como había algo de viento y nada de sol, preferí quedarme en la arena. Mientras mi novio disfrutaba de jugar contra las olas, yo me entretuve sacando montones de fotos, a él y a los cangrejitos que había por todos lados. Vimos un pez moribundo en la orilla, al que intentamos salvar antes de que dejara de respirar completamente, pero el pobrecito estaba ya muy débil y no nadaba, por lo que el agua lo volvía a dejar en la arena… Sobrevolaban las garzas y los albatros, queriendo pescar. Estuvimos ahí hasta aproximadamente las 3 de la tarde, cuando ya las nubes no dejaban pasar ni una gota de sol. Todos fuimos enfilando hacia el muelle.

El regreso fue mucho más relajado, tal vez por influencia de unas cuantas horas en ese lugar paradisíaco. Cuando faltaba poco para llegar a Araçatiba, tuvimos que pasarnos a la parte trasera del barquito, pues se había largado a llover. En Vermelha volvieron a hacer el cambio, nos despedimos del hijo y su padre nos llevó hasta la Praia Grande de Araçatiba. Llegamos y llovía mucho más, así que me despedí del mar (era nuestro último día allí) mojando los pies en el agua cálida. Mientras tanto, el barquito del paseo se alejaba, con unos niños tomados de una soga del barco (cual colita rutera) que luego se soltaban y nadaban otra vez hasta el muelle, muertos de risa.

Subíamos el caminito hasta la posada, cuando comenzó a diluviar. Entramos a pedir nuestra llave, completamente empapados y Gabriel nos dijo que esa noche nos prepararía Strogonoff de Lula para la cena. Subimos, nos duchamos, nos recostamos a descansar un ratito y de repente… se cortó la luz en todo Araçatiba. Como estábamos en pleno descanso no nos importó demasiado, pero luego teníamos que bajar a cenar, así que mi novio fue a pedirle a Gabriel unas velas. Justo cuando estábamos por encender una, volvió la luz! Nuestra última cena en la isla fue tremenda, el strogonoff de calamar estaba fatal de delicioso! Le dijimos la verdad: había sido lo mejor que habíamos comido en la isla. Más tarde, después de mirar algunas fotos en nuestra cámara, nos quedamos un rato disfrutando el mar de noche. Luego salimos a comprar los helados de coco más caros de nuestras vidas, y subimos al cuarto a preparar nuestro equipaje.

DIA 9: EN KAYAK

Nos levantamos más o menos a la hora del día anterior y bajamos a desayunar. Intentamos comer más levemente esta vez, pero no pudimos resistirnos a los huevos revueltos!

Íbamos a salir con Leonardo (el hijo de Gabriel) hacia Lagoa Verde, pero hablando con una pareja de brasileros que también desayunaban ahí, supimos que estaba por salir un paseo en barco, desde el muelle, a las 9.30 y era muy probable que fuera a Aventureiro. Entonces, le avisamos a Gabriel, preparamos nuestras cosas y fuimos a averiguar al muelle a la hora indicada. Sin embargo, como allí todo era tan impredecible, la excursión no era hacia Aventureiro al final, sino a Abraão, Lagoa Azul y Saco de Ceu. Como todos esos lugares ya los conocíamos, dimos media vuelta…

Todavía era temprano como para pensar otra cosa, y nuestros amigos del desayuno ya nos habían dado una muy buena idea: ir en kayak hasta Lagoa Verde. Tony Montana alquilaba unas plásticas, tanto individuales como dobles, que ellos habían usado el día anterior. Nos acercamos y por R$ 30 conseguimos una doble. No llevamos casi nada pues todo lo que lleváramos se iba a empapar, así que dejamos allí también nuestras ojotas, nos pusimos unos chalecos salvavidas (ambos sabemos nadar, pero por las dudas), arrastramos el kayak hasta el agua y subimos, no sin alguna dificultad. Fue complicado coordinar al principio, pero enseguida le tomamos la mano.

La corriente nos hacía girar un poco y perder el rumbo, yo me moría de risa cada vez que había que retomar. Remando y remando llegamos a Lagoa Verde en aproximados 40 minutos, mientras comenzaban a caer algunas gotas de lluvia. En apenas 2 minutos (o menos), entre que bajé del kayak y mi novio intentaba encallarla entre las piedras (casi no hay arena), me pinché los pies con casi todas las piedras del fondo, me caí y me raspé la mano y los talones. Por ahí al lado nuestro había un matrimonio con sus niños… deben haber creído que yo estaba alcoholizada!
Finalmente nadamos un poco con los peces de diferentes colores que había allí. Había apenas algunas otras personas mergulhando cerca. Pronto llovía un poco más, y empezamos a tener fresco así que subimos nuevamente al kayak, pegando la vuelta. Durante la media hora que demoramos en regresar, no paró de llover, aunque era sólo una llovizna. Llegamos pronto a la playa, devolvimos las cosas, buscamos nuestras ojotas y volvimos a la posada.

Nos secamos un poco, descansamos otro poco y luego salimos a almorzar. Elegimos el restaurante de Encanto da Ilha (un lugar decorado casi todo con hojas secas, y con adornos naturales, bien rústico) y pedimos un delicioso risotto de camarón, servido en una hoja. Luego de almorzar pedimos un jugo de maracujá y lo tomamos mientras mirábamos el mar.

Una vez que nos fuimos de allí, pasamos por lo de Tony Montana, pues ahí habíamos visto que vendían remeras. Mi novio compró una para él con el mapa de la isla, pero en mi talle no tenían, así que volvimos para el otro lado. Nos sacamos unas cuantas fotos en la playa y regresamos a la posada y merendar algo. Comimos unos snacks y tomamos una guaraná. Vimos las remeras que tenía ahí Gabriel y, después de revolver entre las remeras fuera de la bolsa y los talles mezclados, por suerte encontré una de mi talle que me encantó, con una tortuga marina!

Después subimos al cuarto, nos duchamos y después de un rato bajamos a cenar. Esta vez, Gabriel nos había preparado pescado frito con papas fritas, ensalada, arroz y feijão, todo lo cual acompañamos con unas frescas cervezas. Después de cenar fuimos al bar de Mar de Araçatiba, donde había como 15 argentinos… En una mesita con vela, sobre la arena y frente al mar tomamos unas caipirinhas, intentando abstraernos del castellano. Al ratito empezaron a caer unas gotas de lluvia, por lo que fuimos a la parte del bar bajo techo, nos sentamos ante otra mesa y nos trajeron otra velita. Minutos más tarde estaba diluviando. Cuando terminamos las caipirinhas, compramos un helado Prestigio (de coco) y corrimos a nuestra posada, bajo la lluvia.