jueves, enero 08, 2009

Mi historia con las orquídeas

Hoy dos orquídeas Phalaenopsis conviven conmigo y decoran mi humilde hogar. Mi historia de amor con estas preciosas plantitas data de muchos años atrás, en mi infancia, alguna vez vistas en dibujos japoneses, de vaya uno a saber dónde… Con sus hipnotizantes pétalos redondeados, aquellas flores que nacían de ramas sin hojas, lograron cautivarme. No fue sino muchos, muchos años después, que vencí la vergüenza de preguntar su nombre en una florería: “¿Ésta? Es una orquídea”, me respondieron. Pero tuvieron que pasar varios años más para que finalmente me decidiera a ser dueña de una de estas plantas tan diferentes a las del balcón de mi mamá. Hace menos de un año me las encontré en algún otro lugar y comencé a investigar en Internet acerca de sus cuidados, gustos y formas de ser.

Y ese momento se dio cuando mi vida comenzó a cambiar drásticamente. A principios de este año, después de terminar de cursar mis estudios universitarios y comenzar a trabajar de manera estable, fue que decidí buscar mi propio lugar donde vivir. Así de sopetón y sin ni siquiera haber ahorrado lo suficiente, encontré el pequeño departamento soñado y me mudé. También de repente fue que llegó mi primera Phal, a fines del otoño, una pequeñita híbrida con sus hermosas y pequeñas flores rosadas con líneas fucsias y un color mucho más intenso en el labelo. Una princesa. Sobrevivió 3 viajes por la capital en el mismo día, dentro de una caja de cartón, luego de lo cual llegó a mi hogar. Le puse por nombre Haiku, bella, de forma curiosa y delicada, como uno de esos poemas japoneses.

Comencé a hacer malabares con la temperatura, la luz, la humedad y los riegos, para que su bonita presencia no me abandonara. Con algunos traspiés, lo logré. Y meses después, luego de intensas charlas en el foro, decidí visitar mi primera exposición de orquídeas… y comprar otra! Así fue que Kotton, de flores blancas como el algodón, llegó a mi casa. Una phal de vara alta y hojas largas, repleta de raíces que salían de la maceta hacia todos lados, con enormes flores abiertas y varios pimpollos. Hoy tiene sus 7 flores abiertas (3 de ellas en casa) y luce radiante.

Sigo en camino, aprendiendo de todo para hacerlas más felices y que no quieran irse! Hasta ahora, todo sale bien y convivimos en paz. Cada día me dan más ganas de una nueva, otros pétalos redondeados, de algún otro color… Todo da a entender que, seguramente en pocos años, termine con varias de ellas ocupando parte de mi casa o, por qué no, un cuarto entero!